JESÚS A LAODICEA Y LA IGLESIA DEL ÚLTIMO TIEMPO
© Carlos Padilla – Octubre 2021
Vivimos en un mundo que ya no tiene grandes evangelistas, vemos como se cierran multitud de iglesias en occidente y como la persecución al cristianismo crece, y no solo en los países hostiles a la fe cristiana, sino también en occidente. Si a esto sumamos la tibieza e irrelevancia del impacto cristiano en los medios de comunicación seculares, nos hallamos ante lo que Jesús advierte en Apocalipsis 3:14-22 como el carácter de la iglesia de Laodicea, la tibieza espiritual. Bien podemos afirmar que la Iglesia está en el último tiempo, como también la humanidad, pero también el apóstol Juan ya advertía que el tiempo después de Cristo era el último tiempo (1 Juan 2:18-23) pero el llamamiento a dar testimonio de la fe en Jesucristo como salvador sigue creciendo y cumpliendo la Gran Comisión. Pero veamos cual es el carácter y el espíritu que describe Apocalipsis como de Laodicea, y como cada uno de nosotros puede impactar con su vida y testimonio a los que le rodean, a pesar de que no haya ahora grandes movimientos evangelísticos.
PERO ¿QUÉ ES EL ESPÍRITU DE LAODICEA?
Laodicea es la última de las 7 iglesias a las que Jesús envía un mensaje específico a través del apóstol Juan en Apocalipsis 2 y 3. Si bien este pasaje de la Escritura nos habla de 7 iglesias reales que existían en tiempos de Juan, y que además expresan un carácter específico de los creyentes de aquellas ciudades y época, contiene una serie de mensajes y promesas que a lo largo de la historia de la Iglesia se asemejan, y para muchos es la propia historia de la Iglesia, incluyendo sus diferentes denominaciones, desde la Ortodoxa, la Católica, la Protestante, la Evangélica, etc., entre las dos venidas de Cristo. Es por ello que si miramos a Laodicea hallamos un carácter de una iglesia rica, lo cual apunta a dos cosas: hoy el conocimiento es el mayor que ha existido, y en recursos, pues nunca la iglesia ha tenido tantos. Sin embargo esta iglesia, al igual que en Laodicea, confía en esa riqueza, y es por ello ciega y tibia. La Iglesia debe orar y testificar ahora más que nunca con el fuego del Espíritu, para evitar algo muy similar a lo que hoy vemos como iglesia gueto; un tipo de iglesia que solo se mira a sí misma, hacia dentro. Pero la esencia de la Iglesia, y lo es en la mayoría, es hacer misión hacia fuera, vía evangelismo y buenas obras en su comunidad. Por otra parte el emperador Domiciano, quien puso el nombre a esta ciudad de la actual Turquía, en honor a su esposa Laodice, impuso el culto a su propia persona como deidad y persiguió a la iglesia. Hoy el mundo laicista también impone ciertas costumbres y persigue a la iglesia, tratando de impedir la libertad de conciencia, de creencia y de expresión de la fe. Puedes leer más sobre las 7 iglesias de Apocalipsis en https://www.jesucristo.net/siete-iglesias/
EL EVANGELIO Y EL EVANGELISMO
Aunque podemos y debemos seguir predicando con el ejemplo de las buenas obras y la ayuda al prójimo, el Evangelio es imprescindible para que aquellos que son llamados reciban la salvación por la fe en la obra de Jesucristo. Ciertamente la obra de evangelismo es crucial, pero lo es más aun el testimonio persona a persona, el ejemplo de vida de cada cristiano, y estar ahí con el carácter de Jesús para ser amigo del prójimo. Jesús nos dice que si Le amamos guardemos Sus Mandamientos (Juan 14:15) y el mayor de Sus mandamientos, después de amar a Dios, es el Nuevo Mandamiento: que nos amemos los unos a los otros, como Él nos ama (Juan, caps. 10 y 13:31-35).
Jesús, en Apocalispsis revela al apóstol Juan su aversión a la tibieza cristiana, hasta el punto de expresar que vomitará de Su boca al tibio. Pero, el premio de aquellos que viviendo en lo que podríamos llamar, los tiempos finales de la Iglesia en comparación al carácter de Laodicea, es nada menos que sentarse con Jesús en Su trono. Si nunca lo ha leído esto en la Biblia o no lo cree, lea Apocalipsis 3:21.
Por lo tanto, si bien haremos las buenas obras en las que el Señor nos ponga y dé recursos, el objetivo final es que el prójimo conozca a Jesús y sea salvo de pasar la eternidad en el infierno. Y esto es posible por el testimonio del Evangelio: sin la cruz de Cristo no hay salvación, y esta obra es la que debemos aceptar como pago por todos nuestros pecados, no nuestros méritos. Esta obra ha sido culminada por Jesucristo, pero nuestro prójimo necesita conocerla, entenderla y recibirla para nacer de nuevo, y es lo que hace el Espíritu Santo, que convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:4-15). Esto es lo que Jesús le decía a Nicodemo en Juan 3:3-5 en una de las más profundas conversaciones que nadie ha tenido con el Maestro, y Nicodemo era un reconocido anciano de Israel, un principal entre los judíos, al cual dijo: “El que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios”. Y esta es precisamente la Buena Noticia para todo ser humano, que la muerte ha sido vencida, todo el mundo va a resucitar, y todos los que creen en la obra de Cristo pueden entrar en el Reino de Dios para siempre. Podemos compartir con todos el versículo clave de toda la Biblia que resume el Evangelio: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16).
El evangelismo se enfrenta, no solo al espíritu de Laodicea, sino a un mundo laicista que ha permeado la Iglesia con el secularismo y la influencia postmodernista, o aun mejor, transmodernista, como vengo escribiendo en entregas anteriores y que se pueden leer en:
https://www.jesucristo.net/postmodernismo-y-cristianismo/
https://www.jesucristo.net/secularismo-y-cristianismo/
Pero nuestro ánimo debe ser el mismo que el de los primeros cristianos, desde los apóstoles hasta hoy, porque el Señor es el mismo ayer, hoy y por los siglos, el mensaje del Evangelio tiene el mismo poder en aquellos que Dios ha escogido, y por lo tanto es nuestra labor seguir evangelizando el mundo. Si bien no tenemos grandes evangelistas a nivel mundial, hoy en día, sí nos tenemos los unos a los otros para cumplir la llamada Gran Comisión de Jesús a la Iglesia, quien dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí que estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18-20). Nuestra es la labor hoy, de la Iglesia y de cada cristiano en particular. Juan 3:16 es una buena forma de presentar el Evangelio en medio de cualquier conversación, después de preguntar ¿Conoces a Jesús?
PUENTES DE PAZ
Al principio hablaba de los grandes evangelistas que hemos tenido hasta hace poco, uno de ellos, el último y más reconocido en todo el mundo, Billy Graham fue un maestro de la construcción de puentes, y no me refiero a infraestructuras civiles, sino a las espirituales, a abrir caminos de paz para el Evangelio. En su libro “The Leadership Secrets of Billy Graham” que podría traducir como Los Secretos del Liderazgo de Billy Graham, en el capítulo cinco, tiene un subcapítulo dedicado a “Building Bridges” Construyendo Puentes, que inicia con una frase de Martin Luther King Jr., que dice que un líder genuino no es un buscador de consenso, sino un creador de consenso.
Los puentes espirituales para Cristo implican buscar puntos en común con los que piensan diferente. Hacer puentes con otros protestantes no le fue fácil, pero donde destacó fue al hacerlos con católicos, no por aceptar las diferencias doctrinales, que son muchas e importantes, sino por unir en la común fe, que también es mucha e importante, en base a la Biblia. Un líder debe admitir y reconocer sus limitaciones, saber encontrar el terreno común, saber reenfocar las diferencias, crear camaradería y unir a la gente.
Y cierra el capítulo con Isaías 1:17-18: “…Aprended a hacer bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano y amparad a la viuda. Venid luego, dice Yahweh, y estemos a cuenta; si vuestros pecados fueran como grana, como la nieve serán emblanquecidos”.
Pero no quiero cerrar el apartado de la paz sin mencionar a Ken Sande, autor del libro “Pacificadores” que trata no solo de los conflictos internos, sino de la paz para con el prójimo si vivimos en paz con Dios. Su enfoque es que el conflicto, además de ser inevitable, como ya decía el Señor Jesús (Juan 16:33), nos brinda oportunidades para la paz.
Cada día podemos hablar de Jesús y podemos hacer bien. Al terminar cada día podemos preguntarnos: ¿A quién he hablado de Jesús hoy? ¿A quién he ayudado hoy? Y podemos orar por esas personas. Todos tenemos el llamado de Jesucristo desde hace unos 2.000 años, era lo que le decía su madre a otro gran evangelista del mundo hispanohablante, Luis Palau, que al igual que Billy Graham partió ya con el Señor. Estos fueron los dos últimos grandes evangelistas de influencia mundial. Hoy toda la iglesia puede seguir evangelizando. Si hoy no has hablado a nadie de Jesús ni has ayudado a nadie, úsalo como oportunidad de oración para hacerlo mañana.
CONCLUSIÓN
Jesús dice a los creyentes de Laodicea, y a nosotros hoy, que está a la puerta y llama. Esto es a la puerta de nuestro corazón y de nuestra mente, y si abrimos cenará con nosotros, con cada uno en particular. Se ha discutido mucho sobre si Laodicea es solo la iglesia de los tiempos de Juan, o si también representa el último tiempo y carácter de la iglesia en la historia. En ambas épocas hay muchos anticristos, esos que niegan que Jesús es el Cristo, como ahora van en aumento. Estemos de acuerdo o no, lo que sí podemos hacer es mirarnos al espejo de ese comportamiento y no caer en él, para servir mejor a nuestro Señor, a la Iglesia y los que van a creer. Para vencer a ese espíritu en nosotros, los recursos son los de siempre y los más poderosos: la oración, el ayuno, pasar tiempo con Dios y con la Biblia, y compartir con los hermanos, hasta el regreso de Jesucristo.
Así, pues, hemos visto que el espíritu de Laodicea es la tibieza y la falsa riqueza en la que a veces creemos, sea conocimiento, pertenencia denominacional, recursos económicos o de cualquier índole, la cual nos aleja de la necesaria e imprescindible dependencia de Cristo, en todo, porque el cristiano no puede creerse rico, ni ser tibio, sino que ha de abrir la puerta del control de su vida a Cristo, que llama a ella.
Cierro esta andadura haciendo énfasis en el propósito de nuestra vida cristiana, que es la gloria de Dios, porque entre nuestro llamado está el hacer discípulos, lo cual empieza por el Evangelio, acompañado de buenas obras, seguidas de la Buena Noticia. Esa forma de vida nos da paz y nos aleja de considerarnos ricos y de ser tibios, lejos del espíritu de Laodicea, porque dice el Señor en Apocalipsis 3:21: “Al que venciera le daré que se siente en Mi trono, como Yo he vencido y me he sentado en el trono de Mi Padre”. Amén.