NAVIDAD INADVERTIDA
LA VENIDA DEL REINO DE DIOS QUE ESTA ENTRE NOSOTROS
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Carlos Padilla, Diciembre 2013 Navidad
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"...El Reino de Dios
no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el
Reino de Dios está entre vosotros." Lucas 17:20-21.
El nacimiento de
Jesucristo, siendo uno de los hechos de Su vida de mayor relevancia en la
historia de la humanidad, pasaría inadvertido para la mayoría de personas, tanto
en la nación de Israel, como para romanos y griegos, así como para el resto de
la humanidad, hasta que fue evidente y narrado a todos. Sin embargo era la
venida del Reino de Dios entre nosotros, a modo de anticipo del estado eterno al
que nos aproximamos, y aunque de tal relevancia y parte de las
profecías Bíblicas, y aun
siendo un evento que Israel esperaba, no fue evidentemente anunciado en el
momento exacto, salvo a unos pocos.
Del mismo modo, ni
el diluvio universal en tiempos de Noe, ni el reino de David, cuando venció a
Goliat, ni la crucifixión y la resurrección de Cristo, aunque esperados y
anunciados fueron evidentes hasta tenerlos delante. Tampoco la venida del Reino
de Dios cuando venga Jesucristo y todo ojo Le vea, será un hecho –como los
hechos anteriores que hemos relatado– evidentes al mundo en el momento
justamente anterior a su acontecimiento, ni siquiera a la Iglesia, ni a Israel.
Pasaremos días, meses, años y épocas anunciando que va a venir. Es parte de la
profecía, parte del anuncio del propio Jesucristo, y ni así será un hecho que
veremos venir, aunque estemos viendo las profecías cumplirse ante nuestros ojos,
será inadvertido hasta que lo tengamos delante y estemos viviéndolo.
Para muchos la
verdadera Navidad también pasa inadvertida, mientras que para muchos es la época
más feliz e importante del año. Para muchos el Reino de Dios y la Navidad son
mitos, pero para muchos es la vida diaria y el evento que cambiará la vida para
siempre en todo el universo. Y, para muchos, el Evangelio es una historia,
mientras que para otros muchos predicarlo es más importante que la cura del
cáncer, pues es la salvación de la muerte y de las almas para los que lo
reciben, para tener entrada precisamente en ese Reino que Jesucristo nos
anunció, y para Él, que tuvo que ganar nuestra entrada viniendo a este mundo,
muriendo en la Cruz en nuestro lugar para pagar por nuestros pecados,
resucitando para demostrar Su victoria sobre la muerte, y el perdón de nuestros
pecados, si creemos en Su obra redentora. Jesucristo vendrá y todo ojo Le verá,
como nos dice Apocalipsis 1:7, la Revelación de Juan Evangelista. No deje que
esta Navidad, ni la venida del Reino de Dios le pasen inadvertidas.
Aunque el día y la
hora nadie lo sabrá, (Mateo 24:36), no es lo mismo vivir sin Dios que con Dios.
No es igual vivir bajo Su dirección, amor y protección, que vivir sin saber
adónde se va en la vida, y esperando la muerte, sin fe. Para mi la vida es
Cristo, como también Pablo decía en Filipenses 1:21. En efecto la vida es
Cristo, "...Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
es por mi." Juan 14:6. Con Cristo, nuestro mejor amigo, vivimos esperando la
venida del Reino de Dios, el nuevo estado de cosas, un mundo nuevo y eterno al
que entraremos por la resurrección –para los que hayan muerto– o por el
arrebatamiento –los que estén vivos– de aquellos que son hijos de Dios, que han
nacido de nuevo del Espíritu Santo.
También en la
historia profética de la Biblia encontramos otras personas que vivieron los
acontecimientos que cambiarían la historia, de forma inadvertida, hasta que los
tuvieron delante. Como Zacarías, el sacerdote que recibió el mensaje del un
ángel en el Lugar Santo
del Templo sobre el nacimiento de su hijo Juan el Bautista. Juan sería quien
prepararía el camino al Mesías, o la propia esposa de Zacarías, Elisabet, que
siendo estéril y avanzada en días –como ya lo fueran Abraham y Sara– concebiría
a Juan. Su parienta, María, la virgen de Nazaret, concebiría del Espíritu Santo
al Mesías Jesucristo, también visitada por el ángel Gabriel, el mismo ángel que
visitaría a José, marido de María, antes de celebrar su boda. María visitó a
Elisabet y fue llena del Espíritu Santo, de modo que Jesús llenó del Espíritu a
Juan desde los vientres de sus madres. O los pastores que guardaban las vigilias
de la noche y recibieron la visita de la multitud de las huestes de los ángeles
de Yahweh que les anunciaban el nacimiento del Salvador. Y más adelante Simeón,
hombre justo y piadoso, con quien estaba el Espíritu Santo, mientras esperaba la
Consolación de Israel, a quien le había sido revelado por el Espíritu Santo, que
no vería la muerte antes que viese al Ungido el Señor, y tomó en brazos a Jesús
cuando fue presentado en el Templo y profetizó sobre Él: Lucas 2:28-35. En los
siguientes versículos vemos también a Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la
tribu de Aser, muy anciana, quien daba gracias a Dios hablando del Niño a
todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
Desde este evento lo
único que puede ser relevante en la vida de Aquel Niño hasta Su llamado a los 30
años de edad a Su Ministerio de la redención, muerte, resurrección, conquista de
las almas y ascensión de vuelta al Trono del Cielo, es el evento a los 12 años
escuchando y preguntando a los doctores de la Ley en el Templo. Después, Su vida era sujeta
a sus padres. Juan el Bautista recibiría palabra de Dios en el desierto y
comenzó a anunciar el bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados, y
la venida inminente del Mesías. Mientras el pueblo salía al Jordán a ser
bautizados por Juan, apareció entre ellos Jesús y fue bautizado, viniendo sobre
Él el Espíritu Santo, oyéndose una voz del Cielo que decía: "...Tú eres mi Hijo
amado; en ti tengo complacencia." Lucas 3:22. Todos estos acontecimientos que
seguían un plan de Dios puesto en marcha por sus ángeles, pasaban inadvertidos
al pueblo, aunque muy intensamente sucedían en las vidas de unos pocos escogidos
de Dios, quines los vivían.
No pasará
inadvertido el tiempo de la venida del Reino de Dios a la Iglesia de Jesucristo,
porque estamos esperando mientras vivimos el Reino entre nosotros. No pasará
inadvertido el tiempo de la venida del Reino de Dios para nosotros porque Jesús
nos ha dejado la profecía de cómo serían los tiempos anteriores a Su venida. Del
mismo modo, Dios dio a nuestros antepasados las profecías y mensajes directos
previos a los acontecimientos que vivieron. Pero, aunque el tiempo sea evidente,
el hecho en sí no será advertido hasta que ocurra de repente. Es por esto que
tenemos advertencia de parte de Jesucristo: "...Porque como el relámpago que al
fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será
el Hijo del Hombre en Su día." Lucas 17:24 (completo 17:20–37). La primera
Navidad llegó del mismo modo. Hoy, todavía muchos descubren la verdadera
Navidad por primera vez.
A Noé habló Dios
sobre el diluvio y le dio las instrucciones para construir el Arca
–cuyos planos exactos están en la Biblia de
modo que se podría construir hoy. Así, Abraham obedeció a Dios y fue padre de
naciones hasta hoy, saliendo del valle de Harán y llegando hasta Canaán. Así,
también, Moisés recibió las instrucciones para sacar a Israel de Egipto y
llevarlos a la Tierra Prometida. Del mismo modo, David recibiría el reino de
Judá, y el resto de las tribus vendrían a él para que reinara sobre ellos,
unificando el reino para la gloria de Dios. Así, también, la virgen María, creyó
a Dios, y aunque su situación de embarazada antes de casarse era una grave y
peligrosa situación que costaba la vida por apedreamiento, llevó al Mesías y
recibió a su esposo, y todos los aceptaron. Y así, los apóstoles guardaron la
unidad hasta la venida del Espíritu Santo. Todos estos hechos venían de forma
inadvertida hasta que los vivían, pero eran anunciados por profecías, por
ángeles y por eventos sobrenaturales que Dios ha provisto y que son vividos a lo
largo de la historia.
La Navidad,
inadvertida para muchos ha dado ya tantos frutos y ha sido el inicio y la causa
de tantos acontecimientos que han cambiado el mundo, que, no sería ni razonable,
ni lógico, ni por falta de prueba científica empírica que toda persona no
considerara plausible que Dios, efectivamente va a establecer Su Reino por la
eternidad, cambiando los cielos y la tierra que existen ahora, por unos nuevos
cielos y nueva tierra, donde mora la justicia, 2Pedro 3.
Mientras tanto todos
los cristianos debemos llevar la Navidad y sus consecuencias para la humanidad a
todo nuestro prójimo. También debemos disfrutarla y celebrarla –dejando a un
lado las cuestiones de las fechas en que debió suceder y si se debe o no
celebrar– aprovechando el evento mundial anual para que no pase inadvertida la
salvación de las almas, el bautismo del Espíritu Santo en los que creen, la
resurrección de los muertos, y la vida en el Reino de Dios entre nosotros,
ayudando al prójimo y predicando este Evangelio del Reino hasta que sea
establecido, alimentando la esperanza y la fe hasta que venga Jesucristo con las
nubes y todo ojo Le vea, Apocalipsis 1:7. La Iglesia tenemos el ministerio de
anunciar el Reino de Dios y la noticia de que va a ser establecido para que
todos lo sepan, y todos estén expectantes, aunque el momento previo al Evento
pasará inadvertido, los que lo esperan lo aguardarán como el fruto de nuestra
predicación, porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios, Romanos 10:17.
Hasta entonces, cada año: ¡Feliz Navidad advertida! en el nombre de Jesucristo,
Amén.
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