MORADAS ETERNAS
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Carlos Padilla, Junio 2011
...En la casa de mi Padre muchas
moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar
lugar para vosotros. 3Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y
os
tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Juan 14:2.
...Y
en la casa de Yahweh moraré por largos días... Salmo 23.
Uno
de los relatos Bíblicos más esperanzadores con el que el Señor Jesucristo
nos habla de la vida eterna es el famoso pasaje sobre la que Él llama "la casa de
mi Padre", de nuestro Padre, dentro de Quien existen unas
moradas eternas que Él mismo está preparando. De estas moradas santas en las que
viviremos eternamente podemos leer en las Escrituras mucho más de lo que a
primera vista podría parecer, pero una de las características más relevantes es
que esas moradas a las que se refiere Cristo, además de ser eternas, es que
existen para nosotros, sus moradores estemos aunque ahora vivamos en la tierra
temporalmente, debemos comprender que nuestras almas, también eternas, son
hechas a Su imagen y semejanza y también son moradas eternas de Dios aquí en la
tierra hasta nuestra transformación gloriosa en Jesucristo.
Las Bodas del Cordero son pues también,
la unión de la morada de Dios en el Cielo con la morada de Dios en la tierra,
nosotros, la Iglesia y cada hijo de Dios en particular.
Estas moradas, residencias, mansiones y otros calificativos con los
que se han traducido en las distintas versiones y lenguas, son una magnífica
obra de orfebrería constructiva espiritual, reflejada tanto en el Templo de Jerusalén, como
en el cuerpo humano, como en la Trinidad de la Deidad, pero sobre todo en la
relación entre Dios y el hombre, y entre el hombre de Dios y su prójimo. Una construcción de estancias
entrelazadas que permean todas las dimensiones que podemos percibir, y otras que
percibimos con más dificultad, aquellas que no perciben quienes no tienen al
Espíritu Santo morando en su interior, para los cuales estas maravillas están
vetadas por su falta de fe y de amor a Dios, su Padre.
Nuestro anhelo y nuestra esperanza de
vivir con Dios, nuestro Padre, en Su Reino, se ven reflejados en el quinto capítulo de la segunda
carta del apóstol Pablo a los Corintios, en el primer versículo, donde dice: ...Porque
sabemos que si nuestra morada terrestre, este
tabernáculo, se deshiciere, tenemos de
Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos...
Desgraciadamente la gran mayoría de nuestros congéneres no son morada del
Espíritu de Dios, pues no es de todos la fe, pero hay muchos que sí son de la fe
pero aun no han sido predicados, ...para vergüenza nuestra se dijo... 1Corintios
15:3,4 porque debiéramos
conquistar el mundo en nombre de Jesucristo anunciando Su Reino, a lo cual
también hemos sido llamados en la Gran Comisión de Mateo 28.
La Iglesia, todas las iglesias,
y cada cristiano, todos hemos de mirar a la Cruz y comprender que uno de los
frutos de la Pasión de Jesucristo es la unidad de los hijos de Dios: Juan 11:52.
Con esto en mente, y en el corazón en Espíritu salgamos cada día con el propósito
de mostrar la vida especial que disfrutamos con Cristo, Quien ha traído por el
Espíritu a nuestro ser un adelanto, una porción de esas moradas eternas, tanto las que disfrutamos en
nuestro ser ahora, como las que el Señor Jesucristo está preparando para
nosotros en el Cielo, y a las que nos llevará en Su venida, cuando ...todo ojo Le
verá... Apocalipsis 1.7, de manera que nuestro prójimo tenga la oportunidad, por el Evangelio y
nuestro testimonio de recibir la fe en el Hijo de Dios. Esa fe fue la que un día
nos transformó y convirtió en morada del Espíritu de Cristo, y es por ello que
se nos encomienda que lo proclamemos a quienes no conocen a Dios, para que ellos
también puedan disfrutar de esa Vida especial que es la relación personal con
Dios cada día, además de la esperanza de la resurrección y vida eterna.
Cuando hablo de nuestros congéneres que no son morada del Espíritu de Dios,
podemos recordar ejemplos de vidas Bíblicas transformadas como la de María
Magdalena, de la cual Jesús sacó siete demonios;
la del endemoniado gadareno; y en general a todos los que son esclavos de alguna
potestad espiritual que les domina en la vida, en contra de su voluntad siendo llevados a la impiedad, a la lascivia, a la
fornicación y al adulterio o a la pedofilia, a la violencia de género, a
secuestrar, a tratar cruelmente, a cometer masacres terroristas, asesinatos, a
ser ladrones,
a ser hijos rebeldes que maltratan a sus padres, a padres pusilánimes que
abandonan su autoridad, el liderazgo y la cabeza de sus familias, a ser
corruptos, a blasfemar, o difundir herejías y mentiras, y un largo etc.
que todos conocemos en esta sociedad global que el hombre sin Dios ha construido
de la mano de nuestro enemigo, quien lucha para que el hombre no esté en, ni sea
morada de Dios, sino del enemigo que quiere destruir al género humano.
Si
como la Biblia nos enseña, somos moradas hechas para que habite Dios, templos de
Dios ¿por qué el hombre se deja habitar por
demonios?, y por otra parte, ¿por qué el hombre cuando quiere enmendarse lo
intenta con sus propias fuerzas, fracasando, en lugar de acudir a Dios? El
arrepentimiento es el cambio de mentalidad, lo cual conlleva aceptar que somos
esclavos del mundo y de la carne, el mensaje vigente de Juan Bautista. Jesucristo nos promete que si creemos en Él,
si Le amamos y guardamos Su Palabra y
Sus mandamientos, no solo Él, sino también el Padre vendrán y
harán morada con nosotros. Pero hay más, Jesucristo nos promete que el Espíritu
Santo morará en nosotros, y lo hará desde el mismo momento en que le invitemos a
entrar en nuestro corazón, sí, con todos nuestros pecados y demonios.
No
hay otro modo de restablecer nuestro ser como la morada de Dios, para lo cual
hemos sido diseñados por nuestro Padre. Jesucristo, al entrar en nosotros, nos llena
con Su Santo Espíritu. El Espíritu Santo echa fuera todo lo que no es de Dios,
purificándonos y
convirtiéndonos en morada eterna de Dios, en
templo del Espíritu Santo. La
llamada regeneración por la Palabra de Dios. El Evangelio trae el Reino de Dios
en nosotros hoy, y nos guarda para que en Él habitemos por la eternidad.
Veamos las moradas eternas en sus distintas expresiones y dimensiones:
MORADA ETERNA DE DIOS
La
morada eterna de Dios es lo que Jesús llama, "la Casa de Mi Padre", en la que se
encuentran muchas moradas. Esa Casa de Dios es la que engloba Su propia morada y
la nuestra, es el Corazón mismo de Dios donde Jesucristo entró
una vez rasgado
el velo tras Su muerte en la Cruz. Jesús es desde luego el que tiene la autoridad para prepararnos
las moradas dentro de la Casa del Padre, como continúa el Texto de Juan 14:
...voy pues a preparar lugar para vosotros... ese lugar que nos va a preparar
Jesús lo ha ganado primero en la Cruz para que tengamos el derecho de recibirlo,
por Su Gracia.
El
Templo de Dios en el Cielo, en la Nueva Jerusalén es también una referencia a la
Casa del Padre, la morada eterna de Dios. Según Apocalipsis, la Revelación de Jesucristo,
en la
Nueva Jerusalén no hay Templo porque el Señor es el Templo de ella y el
Cordero. Esta es la maravilla de la Revelación de Dios en Apocalipsis 21:22 para
nosotros, que además de que veremos el cumplimiento de la profecía Bíblica
literalmente, una vez más, también vemos cumplida la profecía espiritual y
simbólica de forma literal en nuestra vida hoy, en Cristo, pues tenemos dentro
de nosotros a Aquel que es el Templo de Dios.
Y las
moradas eternas de Dios se hallan, además de en el
Templo que está en la Nueva Jerusalén, que está en el Cielo,
también por Cristo en el cristiano.
Del mismo modo la hallamos en aquella Tienda
del Tabernáculo que llevaba Moisés. En cada casa de todos aquellos que amamos a Dios,
y como hemos dicho tantas veces, en nuestra propia alma. La Palabra concluye diciendo
que nuestros cuerpos son Templo del Espíritu Santo, 1Corintios 3:16, y por lo tanto morada eterna, porque allí
donde está el Señor hay eternidad, pues nuestra resurrección es para la
eternidad gracias a Su obra redentora.
MORADA ETERNA DEL CRISTIANO
La
Iglesia somos, pues, y cada cristiano en particular, las moradas eternas donde habita
Dios con Su Santo Espíritu en Jesucristo.
Allí
a donde va un cristiano, va el Templo de Dios, va la Casa del Padre, va una
parte de la
morada eterna del cristiano; la otra está en el Cielo, en el corazón del Padre. Allí donde están los cristianos, la Iglesia, están
las piedras que forman el Templo que es el Cuerpo de Cristo. Piedras que, del
mismo modo que las empleadas para construir el Templo de Salomón, eran labradas en la
cantera antes y traídas acabadas: 1Reyes 6: 7Y
cuando se edificó la casa, la fabricaron de piedras que traían ya acabadas, de
tal manera que cuando la edificaban, ni martillos ni hachas se oyeron en la
casa, ni ningún otro instrumento de hierro. Nosotros, como piedras vivas
espirituales hemos sido tallados fuera, en la
cantera de la vida por la mano de Dios, antes de venir a formar parte, cada uno en su lugar, en el
edificio espiritual de la Iglesia como miembros del Cuerpo de Cristo, que bien
unidos por las coyunturas para una vida fraternal para cumplir con la
Gran Comisión y hacer buenas obras para la gloria de Dios y por amor al prójimo.
Por lo tanto no se oirá en ninguna iglesia martillo ni hacha, ni emocional ni de
acepción de personas por parte de pastores, ancianos, diáconos ni hermanos en
general, porque esta labor es exclusiva de Dios.
Al ser permeados por
el Espíritu Santo, inmediatamente estamos integrados en la morada eterna de Dios en todos los aspectos y en
todas las facetas de nuestras vidas, por lo que todo lo que hacemos en la vida
cotidiana está en la presencia de Dios. De nuevo, somos morada de Dios, Templo de Dios.
Nuestra luz es la Luz de Cristo, la Luz del Espíritu que el Padre puso en
nosotros por la Palabra, por Su mente, por el Logos vivo dentro de nuestro ser,
para que alumbremos a nuestro prójimo con el Evangelio.
Emanemos pues esa Luz de la morada eterna a otros que viven dentro de las
murallas de la Jericó simbólica, de la Babilonia simbólica, del Egipto simbólico,
para que salgan a la libertad del Espíritu en la verdadera Ciudad de Dios, la
nueva Jerusalén en nuestras almas hoy y en la eternidad.
El
cristiano como parte del Cuerpo de Cristo es morada eterna, y no solo por ser
miembro, sino porque desempeña una función vital para el ser humano,
que aquí
es, además cristiano, me refiero a la amistad con un amigo en Cristo, no solo al
afecto fraternal sino al amor de Dios, a la amistad verdadera en Cristo, todo un
privilegio y un tesoro a conservar cuando se encuentra. La Iglesia es morada eterna porque es la
familia de la fe, nuestra familia, no solo aquí y ahora, sino en la eternidad.
Ahora bien, esa función que desempeña el morador eterno, sea Cristo o seamos
nosotros, se llama sacerdocio. Jesucristo es Sacerdote según el orden de
Melquisedec, no del orden de Aarón. Este sacerdocio que el Maestro comparte con
la Iglesia es para el amor a Dios, el amor a los perdidos llevándoles el
Evangelio, mientras llevamos nuestra cruz, porque el amor de Dios está en
nosotros El Evangelio es nuestra meta espiritual para el prójimo, porque cuando
andábamos en el mundo tratábamos, como dice el Señor en Lucas 16:9 de ...ganar
amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando estas falten nos
reciban en las moradas eternas... de modo que como el mayordomo infiel fue
probado en lo terrenal, nosotros luchemos por lo espiritual, siendo probados en
nuestra fidelidad en lo poco, para recibir mucho, porque con el Evangelio
trabajamos para que otros alcancen la presencia de Dios, a quien anhelan. Cristo
llevó la Cruz de la salvación, nosotros la nuestra: cruz de la intercesión en
nuestro particular Getsemani, donde nuestras almas destilan el aceite de las
olivas del alma, por la oración y el trato de buen samaritano de un cristiano
hacia su prójimo mostrando la vida que vive en su morada eterna en el yugo de
Jesucristo, el sacerdote eterno que intercede por nosotros con gemidos
indecibles por Su Espíritu en nosotros; tanto nos ama el Señor diariamente,
todos los hermanos en la fe lo saben y pueden dar testimonio de ello, ¡denlo
pues a todos a su alrededor!.
LA
PALABRA DE DIOS MORE EN NOSOTROS
El
Verbo de Dios, el Logos de Dios era Dios, dice Juan 1:1. Cuando
Pablo dijo que ...la Palabra de Dios more en abundancia en vosotros...
Colosenses 3:16, está diciendo que
Jesucristo more en nosotros, está diciendo que la mente de Cristo more en
nosotros. Si la Palabra viva de Dios mora en nosotros y es la que transforma
nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu, una vida semejante a la de
Cristo emana de nuestro interior. Para ello es de obligada referencia la clave
que Jesús da a Nicodemo - famoso fariseo doctor de la Ley, miembro de los
eruditos del Sanedrín, y quien defendería a Jesús ante ellos, y quien junto a
José de Arimatea sepultaría al Señor - en Juan 3:3, cuando le enseñó que nos es necesario nacer de nuevo del
Espíritu para ver el Reino de Dios, si es que hemos creído que Jesús es el Hijo de Dios
y que ha dado Su vida para limpiarnos de nuestros pecados y que tengamos vida
eterna. Somos pues morada espiritual de la Palabra viva de Dios, la cual emana
de nuestra boca, de nuestro corazón, está en nuestra mente y se ve reflejada en
nuestro modo de vida, el cual procede de la morada eterna, la cual está ahora en
nosotros. Gran afirmación ésta, y difícil de asimilar, pero así es, somos morada
de la Palabra de Dios, morada de Dios y del Hijo de Dios. Por lo tanto
apliquémonos la exhortación de Santiago 1:22 ...Sed hacedores de la Palabra y no
tan solo oidores, engañándoos a vosotros mismos.
EL
ESPÍRITU DE DIOS MORE EN NOSOTROS
Pero
si hasta ahora lo que hemos leído nos conmueve y nos exige santidad, la Biblia nos enseña
aún más allá
del hecho de ser morada de la Palabra, afirmando, como sabemos, que nuestros cuerpos son Templo del
Espíritu Santo, morada eterna de Dios por lo tanto, porque allí donde está el Señor hay eternidad.
Por ello, este anhelo reflejado en el encabezado de este apartado: ...¡Que el
Espíritu Santo more en vosotros"... 1Corintios 3:16, es nuestro mayor anhelo, nuestro deseo
más ferviente, pues significa vivir llenos de la Vida de Dios por Su Espíritu, la
excelencia de la esencia de la persona de Dios en nosotros. Su Espíritu en
persona, nuestro ¡Paráclitos! ayudador, consolador, abogado, es quien nos cuida,
y lo hace morando en nosotros, haciéndonos morada eterna al habitar en nuestro
ser, y todo comienza por la fe en Cristo Jesús.
Cuando el Espíritu Santo mora en nosotros y somos conscientes de ello, nuestra
mente, nuestro corazón y nuestro espíritu tienen la experiencia, a través de
nuestra consciencia, de poder vivir a diario en continua presencia de Dios,
escuchando Su voz, sintiendo en nuestro corazón como Él siente, y pensando como Él
piensa. La persona del Espíritu Santo es nuestro consolador, cuidador, guía; sin
Él vamos a la deriva, como un barco sin rumbo. De nuevo, la Biblia nos enseña que
no contristemos al Espíritu Santo, porque se espanta como paloma, del mismo modo
que vino a Jesús en Su bautismo por Juan Bautista, viene a nosotros como un viento suave, si Le
espantamos por nuestra carne, se va. La realidad es que Él sigue estando con y en
nosotros, si somos del Señor, pero se esconde para que le busquemos en oración,
o en ayuno, o en clamor de nuestro espíritu, del modo que Jacob luchó con el
Ángel. Pentecostés es el momento histórico cumbre para el cristianismo, para la
Iglesia de Jesucristo, ganada por Su sangre, pero es a nivel personal un
acontecimiento que ser repite en cada cristiano y la clave de la nueva etapa, del Nuevo Pacto o Testamento
hecho uno con, y en, nosotros.
PENTECOSTÉS. LA FIESTA DEL INICIO DE LA MORADA ETERNA EN NOSOTROS
Pentecostés es la promesa del Señor a los apóstoles, y a la descendencia
espiritual del Evangelio, que Su Espíritu moraría en ellos y que serían templos
vivientes y santos, como lo somos los cristianos nacidos de nuevo, casi dos mil
años después. Es, pues, Pentecostés un adelanto espiritual de las moradas
eternas en nosotros.
En el
mes de Junio, dependiendo del calendario de Fiestas Espirituales de Israel, a los 50 días
después de la Pascua el 14 de Nisán, rememoramos la celebración de aquel
Pentecostés tan famoso hace casi 2000 años en el que se cumplió la promesa de
Jesucristo a los 12 apóstoles, que en aquella congregación para aquel evento tan
transcendental para la Iglesia, serían 120 en número. Con este efecto
multiplicador, en el que cada apóstol pareciera aportar 10 cristianos, se
manifestó el Espíritu Santo y tomó por moradas eternas a aquellos santos,
ungiéndolos y derramando sobre ellos el fuego del Espíritu, transformándolos
para siempre. Hechos 2.
Aquellos primeros nacidos de nuevo nunca serían los mismos, ahora serían moradas
andantes del Espíritu de Dios vivo. Templos vivientes, cartas escritas en el
corazón, embajadores de Jesucristo para gloria de Dios. Hoy, el mismo Espíritu,
el mismo Jesucristo vivo, el mismo y único Dios Padre sigue transformando,
capacitando, ungiendo y bendiciendo del mismo
modo que entonces a aquellos que comprenden que están hechos para la eternidad,
para la felicidad con Dios, para la libertad del amor de Dios, para vivir en Su
presencia. A diario, el cristiano vive su relación con Dios en Cristo por el
Espíritu, y por la fe cree en la esperanza de la venida de Su Reino, del que ya disfrutamos, aunque
por ahora sea en estas cadenas de la carne y del mundo, aguardando la redención de
nuestros cuerpos para ser transformados en gloriosos el día de la resurrección y así culminar lo que ha
empezado a hacer Dios con nosotros, con la Iglesia, con cada cristiano en
particular, para que todo nuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo sean guardados
irreprensibles...1Tesalonicenses 5:23, y como moradas eternas del Espíritu para ir a morar en las
moradas que Jesús ha ido a preparar en el seno del Padre, donde Él habita y
donde está sentado en el Trono, a la diestra de Dios Padre.
Las moradas eternas
son el reposo de Dios y del cristiano. Dios hizo la creación en seis días y el
séptimo descansó. El cristiano no termina su andadura en el mundo, lo cual es
símbolo de sus seis días, hasta que llega a conocer a Cristo entrando en su
propio reposo, en el Sábado espiritual, en el descanso del Señor. Sabemos que
las fiestas de Israel se celebran en unos días especiales también llamados
Sábados, como el día séptimo de
la semana. Es por esto que vivimos como moradas eternas en el estado mental y
espiritual del Sábado y que celebramos las fiestas del Señor en nuestro corazón
entendiendo su significado espiritual como Sábados, celebraciones en el reposo
del Señor, en las moradas eternas de nuestro ser y de nuestro Dios. Es pues, la
mora eterna el Sábado existencial de Dios en nosotros.
Es
Pentecostés, pues, la fiesta de la cosecha, cosecha espiritual del fruto de la Cruz de
Cristo, y los 12 y los 120 fueron las primicias ofrecidas a Dios por el Hijo.
Nosotros somos también, y aquellos que reciban a Jesucristo por nuestra
predicación, el fruto de la Cruz del Calvario donde Cristo, la Semilla eterna,
murió para que el Árbol de la Vida creciese y diera los frutos de vida eterna,
la Iglesia verdadera y Bíblica; esa Iglesia que, lejos del modelo de las creadas
por hombres con sus propias ideas, tradiciones y herejías, la verdadera Iglesia
que Cristo ganó con Su vida, está compuesta por personas transformadas en
moradas eternas, "...por sus frutos los conoceréis..." que emanan el trato, la
doctrina y el amor de Dios, no buscando lo suyo sino lo de Dios, lo de la
Iglesia y lo del prójimo, mostrándose como templos vivos del Espíritu Santo,
llevando por donde quiera que van el Evangelio, la Buena Nueva que transforma un
alma perdida y sin rumbo, en una morada eterna donde habita Dios por Su Espíritu
en Cristo, para nuestra bendición incomparable y para gloria de Dios Padre.
TEXTOS BÍBLICOS
...Porque
yo me volveré a vosotros, y os haré crecer, y os multiplicaré, y afirmaré mi
pacto con vosotros. 10Comeréis lo añejo de mucho tiempo, y pondréis
fuera lo añejo para guardar lo nuevo. 11Y
pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará;
12y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi
pueblo. Levítico 26:9.
...Aunque
ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás
conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. 5Aderezas mesa
delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi
copa está rebosando. 6Ciertamente el bien y la misericordia me
seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de
Yahweh moraré por largos días. Salmo 23:4.
...Envía
tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; Me conducirán a
tu santo monte, y a tus moradas. 4Entraré al altar de
Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios
mío. Salmo 43:3.
...1No se turbe vuestro
corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2En la casa de mi Padre muchas
moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho;
voy, pues, a preparar
lugar para vosotros. 3Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os
tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4Y sabéis a
dónde voy, y sabéis el camino. 5Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas;
¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí... Juan
14:1.
...Respondió Jesús y le dijo:
El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le
amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. Juan 14:23.
...Mas
vosotros no vivís según la carne, sino según el
Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
10Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa
del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. 11Y si el
Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que
levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Romanos 8:9.
...¿No
sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
17Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque
el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.
1Corintios 3:16.
...Porque
sabemos que si nuestra morada terrestre, este
tabernáculo, se deshiciere, tenemos de
Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.
2Y por esto también gemimos,
deseando ser revestidos de aquella nuestra
habitación celestial; 3pues así seremos hallados vestidos, y no
desnudos. 4Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo
gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos,
para que lo mortal sea absorbido por la vida. 5Mas el que nos hizo
para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. 2Corintios
5:1.
...La
palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y
exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros
corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. 17Y
todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del
Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Colosenses 3:16.
...En
esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también
nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. 17Pero el que
tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él
su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
18Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua,
sino de hecho y en verdad.
1Juan 3:16.
...Mas
quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo
salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron.
6Y a los ángeles que no guardaron su dignidad,
sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad,
en prisiones eternas, para el juicio del gran día. Judas 5.
...Vi
un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra
pasaron, y el mar ya no existía más. 2Y yo Juan vi la santa ciudad,
la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa
ataviada para su marido. 3Y oí una gran voz del cielo que decía:
He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él
morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su
Dios. 4Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de
ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque
las primeras cosas pasaron. Apocalipsis 21:1.
CONCLUSIÓN
El
Morador eterno es Dios, es Jesucristo, es el Espíritu Santo quien viene a morar en nuestra morada,
nuestra alma, hecha a imagen y semejanza de Dios y habitáculo espiritual para
santidad. La morada es la habitación del
morador, en nuestro caso, el Morador Espiritual, el Señor, como
nos dice la Palabra, en la que nos revela que
Cristo habita en nosotros por la fe, siendo el que habita en la
luz inaccesible, la misma luz que nos trae por el Espíritu, la
misma que emana de nosotros al dar testimonio de Él por el
Espíritu, lo que la Biblia llama ...sacrificio de alabanza,
frutos de labios que confiesan Su nombre... Hebreos 13:15. Cristo, morada eterna del Espíritu, a su vez, nos dice
que agradó al Padre que en Él habitase toda la plenitud de la
Deidad, Colosenses 2:9, el mismo que habita entre nosotros, como también diría
mientras caminaba en la tierra con los apóstoles con respecto de la
Iglesia, cuando afirmaba que Él estaría en medio de nosotros,
donde hay dos o tres reunidos en Su nombre. Jesús fue hecho
carne y habitó en medio de nosotros. Y finalmente la propia
Jerusalén será habitada otra vez en su lugar, en Jerusalén y Su
pueblo habitará en morada de paz. El Salmo de David era la
pregunta ¿Quién habitará en tu tabernáculo? nosotros, hoy
tenemos la respuesta, y está por el Espíritu en nosotros mismos,
y en la congregación de los santos, para la eternidad, porque
somos parte de la Nueva Jerusalén que descenderá del Cielo. Ver Salmo
15:1, Isaías 32:18, Zacarías 12:6, Juan 1:14, 2Coríntios 6:16,
2Coríntios 5:2, Colosenses 1:19, 1Timoteo 6:16 y Apocalipsis
21:9.
La morada espiritual comienza
en la Cruz. La vida
del cristiano sigue Esa Cruz en su forma, porque
los pies de Cristo en la Cruz simbolizan el fundamento del Evangelio de
Cristo, las piernas, rodillas dobladas son nuestra fortaleza en
la oración, y seguimos subiendo hacia sus entrañas, las que sintieron toda la
humillación como llevándonos al centro de la Cruz, Su corazón. Pero antes de ir
a Su cabeza debemos recorrer sus dos brazos. El brazo derecho es símbolo del
poder de Dios, nuestra fe en la salvación y en Él, y las obras de Dios, y el brazo izquierdo, nuestros
errores, pero también donde aprendemos la misericordia por el
perdón de Dios, para aprender a perdonar a los que fallan, dentro y fuera de
la Iglesia ...no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha...
Mateo 6:3. Regresando al corazón, el nuestro es probado por
fuego del Espíritu, como el oro para que podamos amar con amor
de Dios. Desde aquí podemos subir a la cabeza. Si el cristiano no
está maduro será tragado por la garganta de Cristo, y vuelta a
empezar. Si sube por las arterias, dentro de Su Sangre, siendo uno con
Cristo, en el cerebro de Cristo hayamos Su preciosa mente que nos revela
Sus pensamientos, ideas, proyectos, Su obra hoy, el Evangelio y
la Gran Comisión. Sus oídos son
nuestros oídos para oír Su Palabra y Su guía. Su boca, la
nuestra de la cual sea proclamada Su Palabra. Su nariz la
nuestra en la cual Dios sopla el aliento de Vida, esta Vida es
Espiritual, el Espíritu Santo, el que Él mismo entregó al Padre:
...En Tus manos encomiendo Mi Espíritu... Lucas 23:46. Y sus ojos con los que ver por los nuestros como
Él ve las cosas, y con los que mirar con el Amor de Dios a
nuestro prójimo. Esta es nuestra experiencia del alma, la del
alma de Jesús. Aquel cuerpo debiera haber sido el
nuestro, pero Él nos amó antes de la fundación del mundo.
Las Bodas del
Cordero son la unión de la morada de Dios en el Cielo con la
morada de Dios en la tierra, nosotros, la Iglesia y cada hijo de
Dios en particular. Allí
a donde va un cristiano, va el Templo de Dios, va la Casa del Padre, va una
parte de la
morada eterna del cristiano, la otra está en el Cielo, en el corazón del Padre.
Somos,
pues, morada espiritual de la Palabra viva de Dios, la cual emana
de nuestra boca, de nuestro corazón, está en nuestra mente y se
ve reflejada en nuestro modo de vida, el cual procede de la
morada eterna, la cual está ahora en nosotros. Somos morada de
la Palabra de Dios, por tanto seamos hacedores de la Palabra y no
tan solo oidores, engañándoos a vosotros mismos. Cuando el Espíritu Santo mora en nosotros y somos conscientes de ello, nuestra
mente, nuestro corazón y nuestro espíritu tienen la experiencia, a través de
nuestra consciencia de poder vivir a diario en continua presencia de Dios,
escuchando Su voz, sintiendo en nuestro corazón como Él siente, y pensando como Él
piensa.
Pentecostés es la fiesta de la cosecha espiritual del fruto de la Cruz de
Cristo, la verdadera Iglesia que Cristo ganó con Su vida, está compuesta por
personas transformadas en moradas eternas, "...por sus frutos
los conoceréis..." que emanan el trato, la doctrina y el amor de
Dios, no buscando lo suyo sino lo de Dios, lo de la Iglesia y lo
del prójimo, mostrándose como templos vivos del Espíritu Santo,
llevando por donde quiera que van el Evangelio, la Buena Nueva
que transforma un alma perdida y sin rumbo, en una morada eterna
donde habita Dios por Su Espíritu en Cristo, para nuestra
bendición incomparable y para gloria de Dios Padre.
Dos conclusiones nos deja este
estudio Bíblico sobre las Moradas Eternas. La primera es que,
aunque nos quede grande, somos moradas eternas porque Cristo nos
ha comprado por precio de sangre, la Suya propia, y por lo tanto
nuestro esfuerzo en Su gracia y por la oración, ha de ser mantenernos como tales, porque
nuestro amado Dios dio a Su Hijo para que lo fuésemos. La
segunda es que por la evangelización y el cuidado de aquellos
que reciben al Señor para salvación, nos ha convertido
Jesucristo en carpinteros que convierten almas
en arcas de la
Alianza por el Espíritu, nos ha convertido en constructores de
Templos por el Espíritu, y nos ha convertido en orfebres de
corazones que son joyas engastadas de piedras preciosas del amor
de Dios por el Espíritu, y por todo ello en participantes junto
a Él y bajo Su yugo en hacedores de moradas eternas por el
Espíritu Santo, para presentársela a Si mismo una
esposa santa y sin mancha, una Iglesia gloriosa a Su imagen y
semejanza porque... Si el
Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que
levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Romanos 8:11. Amén.
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