
LA ISLA DE PATMOS
© Carlos Padilla – Agosto 2016
El lugar de la revelación de Jesucristo a Juan. El lugar del cautiverio del apóstol que estuvo con Jesús desde el principio de Su ministerio, y junto a Él en la Santa Cena. El discípulo amado. Pero el porqué de centrar nuestra atención en Patmos es mucho más profundo que la historia de la vida de Juan. Nuestra atención se va a centrar en lo que significa estar en Patmos y la experiencia para el cristiano, no sin antes hacer un breve repaso del lugar y su historia. Patmos será para nosotros una referencia del estado espiritual que hemos de tener en nuestra relación profunda con Jesucristo. Si quiere venir a Patmos, en espíritu, siga leyendo.
BREVE HISTORIA DE PATMOS Y UBICACIÓN ESTRATÉGICA
Patmos es una de las doce islas del mar Egeo conocidas como el Dodecaneso. Patmos fue un lugar de culto pagano griego y romano, convertido por los romanos en una isla prisión y de destierro, un lugar de olvido, donde los que entrasen, perdieran toda esperanza de salir de allí. Sin embargo, según nos cuentan los historiadores y la tradición, Juan fue liberado al final de su vida. Juan volvió a Éfeso, la actual Turquía, donde pastoreó la iglesia hasta su muerte, de avanzada edad.
La ubicación de Patmos se encuentra en el centro de la bahía que forma Grecia con la entonces Asia Menor, y hoy Turquía, en el mar Egeo. Las siete iglesias a las que se dirige Juan en la Revelación o Apocalipsis 2 y 3 están justo enfrente: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Todas ubicadas en Asia Menor –según se puede ver en cualquiera de los muchos mapas, en su Biblia, en diccionarios o en internet– al este de Patmos, haciendo una U inversa, estando la última iglesia ubicada en dirección a Jerusalén. Todas estas iglesias se hallan cerca y en el centro de las iglesias fundadas por Pablo y otros apóstoles. Esta situación geográfica tuvo en su momento la idoneidad de hacer llegar el libro de Apocalipsis a dichas congregaciones, pero más tarde la Iglesia vería, y vemos, que el mensaje no se limitaba a unas congregaciones contemporáneas de Juan, sino que simbolizaban el carácter de la Iglesia, y del cristiano, a lo largo de la historia, hasta la venida de Jesucristo.
Sirva este punto para que cada cristiano, y cada iglesia y congregación –sea de la denominación o rama que sea– se mire en el espejo de los siete mensajes y se confronte con su realidad espiritual, las advertencias y las bendiciones de sus mensajes para crecimiento espiritual, fruto de la Revelación de nuestro Señor en el cautiverio de Juan para nosotros.
JUAN EN PATMOS
Juan se encontraba en la isla de Patmos cuando recibió la revelación de Apocalipsis. Según el propio Texto de la Biblia transcrito por Juan, en Apocalipsis 1:9: “…Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el Reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla de Patmos, por causa de la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.”
Juan, no solo recibe un mensaje contundente para las siete iglesias que pastoreó y aún pastorearía, sino que vio la profecía del futuro, el mundo del último tiempo –al que nuestro mundo se parece cada vez más– la venida de Cristo, el juicio final, y cómo el mundo actual era quitado para establecer el Reino de Dios, vio la vida en ese Reino, el nuevo mundo lleno de justicia, paz y amor de Dios. Juan oyó la voz de Jesucristo hablándole, revelándole las maravillas de Dios para nosotros. Pero el secreto de Juan, y posiblemente uno de los motivos por los que Dios eligió a Juan para darle Apocalipsis fue su gran amor por Dios, por Jesús cuando estaba aquí, y aunque llamado “hijo del trueno” por su gran amor al prójimo. El amor es la clave y el punto central en la primera de las tres cartas del apóstol Juan: “…Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios… …En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados,” (1 Juan 4:7-10).
A PATMOS EN ESPÍRITU
La experiencia de Patmos, u otras similares en intensidad espiritual, han sido, y son experimentadas por cristianos en situaciones de gran persecución, o de destierro, o de aislamiento, como leemos sobre Juan, en Apocalipsis 1:9. Juan se hallaba allí exiliado por orden del emperador Domiciano, lo cual es muy relevante del nivel de testimonio que había llegado a dar Juan, hasta el punto de llegar hasta el emperador, no a un alcalde, o un rey de una de las provincias romanas, sino hasta el hombre más poderoso de la tierra, en su tiempo. “…Por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9). Del mismo modo, nosotros hallamos una intimidad similar con Cristo cuando estamos comprometidos con Él y bajo persecución, por la misma causa; algo compartido por todo verdadero cristiano a lo largo de la historia.
Ahora bien, si el mundo nos está ahogando, y nuestra propia vida nos tiene cautivos, no podemos dar testimonio porque las prioridades cambian. La solución es la oración, el ayudo, la comunión con los hermanos, las buenas obras, un conjunto de cosas que conforman la vida cristiana. No nos hallemos fabricando ladrillos para el Faraón, construyendo la gran obra del mundo, sino trabajando para Cristo, la Iglesia y para los que no conocen a Dios.
En la vida cristiana podemos ir a otros lugares espirituales antes de ir a Patmos, como Peniel, (Génesis 32:22-32) donde Jacob luchó con el ángel hasta obtener la bendición de Dios, o a Getsemani, (Mateo 26:36) donde Jesús oró intensamente hasta un sudor como gotas de sangre en Su intimidad con el Padre, el lugar de la culminación del ministerio de Cristo, previo a la Cruz y la resurrección, donde habla con el Padre hasta beber la copa del nuevo pacto. Y otros lugares que solo cada cristiano en Cristo conocerá.
Estas experiencias suceden a los frutos del espíritu de las Palabra de Jesús en Juan 15:5 de modo que estemos viviendo de forma que podamos venir a Patmos: “…Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer.”
El cristiano puede estar en la intimidad de Cristo, como lo estuvieron los apóstoles en la transfiguración. Lejos quedó el Sinaí de Moisés para recibir el Código de la Ley. Otro más profundo es ir a ofrecer a Isaac, desde los ojos de Abraham en obediencia y amor a Dios. Pero Patmos no llega sino hay frutos, “…por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9).
Si ya ha estado en Patmos, sabrá que Dios le ha revelado la dirección de su vida, ha recibido la Luz de Dios para iluminar su camino en Cristo, por causa de la Palabra de Dios y su testimonio de Jesucristo. Ahora no desmaye y espere el cumplimiento de Su palabra para su vida. Si el mensaje, aunque crea que tarda en llegar, ha salido de su Patmos particular y cree que era verdaderamente la Palabra del Espíritu Santo hablándole, sin duda se cumplirá. Si aun no ha estado en Patmos, pero lo anhela, haga una parada en el Evangelio de Juan, capítulo 15.
Lea Apocalipsis, porque como dice en el primer capítulo, versículo tres: “…Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.” ¡Amén!