LA TEMPESTAD

© Carlos Padilla – Noviembre 2020

En 1747 una gran tormenta azotaba un barco de esclavos de África en dirección a Inglaterra. El capitán, en su inútil lucha con el timón, llegó al punto de la desesperación y clamó a Dios por su vida y la de su tripulación. Aquel comerciante de esclavos fue transformado de tal manera que se entregó a Jesucristo y a la causa de la abolición de la esclavitud, ayudando a su buen amigo el parlamentario británico William Wilberforce, a quien apoyó hasta la abolición. ¡La carga del pecado que llevó era tan grande…! miles de almas torturadas por su causa bajo la esclavitud. Difícil fue para él recibir el perdón de Dios, pero por Su gracia, finalmente aceptó. Como tantas almas que han clamado a Dios ante la muerte o la tragedia, aquel traficante de esclavos clamó a Dios en medio de la tempestad y no solo recibió la calma del viento y de las olas, sino la salvación de su alma, por una especial gracia que él describió en el más famoso himno cristiano: Amazing Grace – Sublime Gracia. Aquel hombre era el pastor John Newton. 

Vemos a un hombre transformado por una tempestad. También nosotros enfrentamos tempestades en la vida. Algunas llevan al arrepentimiento y a buscar a Dios, a personas que no Le conocían. Otras nos sirven para fortalecernos en la fe, como la historia de otra tempestad, la más famosa y que ocurrió en el mar de Galilea donde Jesús iba en una barca con los apóstoles.

Marcos 4:35-41: “Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? 39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? 41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”

Este Texto nos presenta a Jesús llevado a la barca por los apóstoles para pasar a la otra orilla. Lo que parecía una tranquila travesía se convertiría en una experiencia aterradora para unos pescadores experimentados. Se levantó tal tempestad que los apóstoles claman asustados porque entraba el agua de las olas y la barca comenzaba a hundirse en medio del gran viento que la azotaba. Clamando a Jesús que dormía, ¿puede uno imaginar a Jesús durmiendo en aquel momento? y Él se levanta, reprende se enfrenta al viento y al mar diciéndoles: “Calla, enmudece” y cesó el viento y se hizo grande bonanza.

¡Tremendo pasaje! Pero antes, en el contexto de esto encontramos que Jesús se encontraba en un punto en que Su fama era ya grande. Había sanado ya a muchos, la suegra de Pedro, el hombre de la mano seca, había explicado el uso de las parábolas, como la cizaña y el sembrador, había predicado a la multitud, y la multitud Le seguía alrededor del mar de Galilea. Ya había elegido a los 12.

Como vemos, la idea que nos muestra la Escritura aquí es que el Señor está con nosotros en medio de las tempestades de la vida, y podemos clamar a Él y nos ayudará. Pero Él nos pide que tengamos fe. Él tiene autoridad sobre la propia creación, pues es el Creador, Juan 1, pero también sobre toda circunstancia de nuestra vida.

Profundizando algo más volvemos a pensar, ¿de verdad pensamos que Jesús podría dormir en una barca en medio de una tempestad que anegaba con peligro de hundirse? El Señor no duerme y nos guarda, dice el Salmo 121. Dios siempre está con nosotros todos los días y en todas circunstancias, pero ser cristiano no significa no enfrentar la vida, los retos, las tragedias, pero también las bendiciones. Aunque también podemos entrever que el Señor estaba exhausto tras atender a la multitud, sanidades, enseñanza. Los pastores y otros que sirven a los demás conocen lo que estoy diciendo, y cómo al terminar su jornada caen rendidos, ni una tempestad les va a despertar. También sabemos que Jesús acostumbraba a buscar la soledad con el Padre, un habito de todo buen líder, como enseña en su libro Ken Blanchard (Liderando como Jesús). Los apóstoles ya habían visto a Jesús en acción. Ya veían que era el Mesías, Su poder, Su bondad, Su sabiduría, Sus enseñanzas, Su amor; pero ellos estaban comenzado su andadura con el Maestro. Igualmente nosotros, a medida que vamos creciendo aprendemos en la fe a poner nuestra esperanza no en este mundo, sino en Dios, Romanos 5. El cambio de ánimo en la barca tras la acción de Jesús de calmar al mar y al viento sería tremendo. Lo que ellos no podían saber es que al llegar a la otra orilla, la lucha espiritual se haría más fuerte. El viaje del Reino no había hecho más que empezar.

Ahora bien la clave es que Jesús estaba en la barca. ¿Está Jesús en nuestra barca, en nuestra vida? Si no está, no hay forma de calmar la tempestad, pero si estamos con Él y Le seguimos, Él está con nosotros. Hay un poema de Amy Carmichael que termina “Si tan solo Tu en nuestra barca estás” del Comentario al Texto de William MacDonald.

Hoy, nosotros también enfrentamos tempestades en la vida, de todo tipo. Familiares, laborales, religiosas, de la salud, etc. En todas ellas el Señor estará con nosotros para ayudarnos. A veces deberemos aceptar cosas que no pueden ser, seres queridos que mueren, como por covid, o bebés perdidos, trabajos o relaciones perdidas. Por otra parte Dios nos lleva a otras orillar donde la lucha espiritual es mayor, y es por ello que cuando enfrentamos tempestades, estamos entrando en otro nivel de prueba para crecimiento, que nos hará aptos para el siguiente desarrollo del ministerio de nuestras vidas cristianas.

También vemos que Marcos nos habla de varias barcas, pero nosotros podemos aplicarlo a varias iglesias de distintos amigos, distintas obras misioneras, todas ellas viven tempestades y van de orilla a orilla llevando el Evangelio por los mares de esta sociedad necesitada de Cristo.

Pablo también sufriría una tremenda tempestad al partir de Creta hacia Roma. El centurión no le escuchó a él sino al piloto y al patrón y quedaron a la deriva y perdieron toda esperanza de salvar la vida. Pero el ángel del Señor concedió a Pablo, toda la tripulación, Hechos 27. También en Éxodo 14 Dios abre el mar Rojo mientras los israelitas lo cruzan en seco y con pánico, pero Moisés los guía a la salida de la esclavitud hacia la Tierra Prometida.

CONCLUSIÓN

Hemos navegado hoy por varios mares en medio de varias tempestades. El mar de Galilea nos ha conectado con el mar de Creta a Roma, y el mar Rojo. Pero también iniciamos la navegación de nuestra historia en el mar de África a Inglaterra cuando John Newton llevaba los esclavos para ser vendidos. Moisés sacó a Israel de la esclavitud, del mismo modo que el Señor nos saca de la esclavitud del pecado y del temor dándonos fe. Jesús enseñó a los apóstoles y a Pablo para llevar a cabo la Gran Comisión, lo mismo que a nosotros.

Hoy tenemos un reto por delante, una navegación de vida en medio de algunas tempestades como la actual pandemia, falta de trabajo, iglesias cerradas, familiares muertos y un mundo revuelto con olas muy altas y vientos de incertidumbre, pero el Señor está en la barca de la vida de los que Le aman. El Espíritu Santo vive en el templo del creyente como dice 1 Corintios 3:16 ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros? También el profeta Nahum Cap 1 versículo 3b: “…El Señor marcha en la tempestad y en el torbellino…» Pero recordemos que la clave es que el Señor esté en nuestra barca. Clamemos a Él en todo tiempo, orando cada día y buscando que sea a Él a quien pidamos ser el capitán de nuestro barco, solo así llegaremos a la orilla y cumpliremos el propósito que Dios ha creado para nuestras vidas. ¡Amén!