EQUILIBRIO Y RADICALIDAD ESPIRITUAL
© Carlos Padilla – Noviembre 2022
La ley de la gravedad, correctamente formulada por Albert Einstein, en su Teoría de la Relatividad General, y las demás leyes de universo, son un reflejo de que una mente poderosa ha desarrollado un diseño inteligente que aporta esas leyes, imposibles de proceder del azar, y que proveen ese equilibrio radical al cosmos. La creación de Dios muestra un equilibrio sorprendente para la mente humana. También la vida del cristiano puede verse reflejada en una serie de acciones, obras, frutos, es decir, en una forma de vida que debe emanar el equilibrio de una relación íntima con el Señor Jesucristo, pues es Él, el modelo a seguir por todo aquel que quiere ser Su discípulo, lo que la Biblia llama, la Ley de Cristo (Gálatas 6:2). Para conseguir ese equilibrio espiritual que nos aporte un carácter afable, y la templanza de la que hablan Jesús y sus apóstoles, primero es necesario un cambio radical por arrepentimiento metanoia en griego Bíblico, que significa cambio de mente o de forma de pensar y vivir. La Reforma Protestante también fue un cambio radical para volver al equilibrio de la fe Bíblica, desde el desequilibrio en el que había caído la tradición y el abuso de poder católicos. Esos cambios son los que consiguen que aquellos que han nacido de nuevo, puedan seguir una serie de leyes espirituales, tomando el ejemplo de las leyes del universo, las cuales se asemejan a las leyes de la fe, y a las profecías de Dios en La Biblia, todas, sin excepción cumplidas, o por cumplirse, siendo la última y que esperamos, la venida del Señor Jesucristo en Su Reino eterno (Apocalipsis 1:7). Pero, profundicemos más sobre el equilibrio y la radicalidad espirituales en nuestra relación con Dios y con el prójimo.
EQUILIBRIO Y RADICALIDAD ESPIRITUAL EN LA VIDA DIARIA
Hoy en día es habitual ver mensajes sobre cómo llevar una vida equilibrada. En el mundo hispanohablante, influido por tantos anglicismos procedentes de Estados Unidos, la palabra más popular es “balanceado” que procede del inglés – balanced. Sin embargo en español, la palabra balanceado nos llevaría a pensar en algo que se mueve de un lado a otro, como una cuna, al mecerla para dormir al bebé. Seguiré con el concepto de equilibrio, pues, para exponer mi tesis. Para conseguir una vida equilibrada en el día a día, desde la fuente espiritual de Dios, es necesario que primero haya habido un cambio de pensamiento, de vida, de mente, un cambio radical. Al inicio me referí a la palabra griega metanoia, la cual usa La Biblia en el griego original al referirse al arrepentimiento. Sin ese cambio de mente que significa la metanoia o arrepentimiento, el cual es un cambio radical de vida, y es lo que nos pide el Señor Jesús, no es posible el equilibrio espiritual, ni de vida. Así de radical nos lo pide Dios, tal y como el Señor Jesús enseñó a Nicodemo, aquel erudito de entre los judíos: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”, Juan 3:3.
Desde este nuevo nacimiento nuestro del Espíritu Santo, que viene a habitar en nuestro templo interior del alma, se produce el fruto del Espíritu: “22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Gálatas 5.
Equilibrio en el amor, a Dios primero, y al prójimo como a nosotros mismos, como respondió el Señor Jesús sobre cuál era el principal y más importante Mandamiento (Mateo 22:34-40). Y a los Discípulos dijo: “Que os améis unos a otros, como Yo os he amado… y …En esto conocerán que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”, (Juan 13:34-35). Este amor es el que nos llena del gozo y de la paz de Cristo.
Equilibrio en la oración, perseverantes y confiando en Dios: “constantes en la oración” (Romanos 12), no un día orar mucho y que pasen días sin orar, y que la oración sea desde el corazón, en espíritu. Perseverantes radicalmente comprometidos en la oración. De ahí crece la fe y la paciencia, las cuales nos aportan mansedumbre y templanza para las pruebas difíciles, el control del carácter y la humildad.
Equilibrio en las buenas obras, poniendo primero la caridad en la propia familia, luego en el prójimo, así somos equilibrados al tiempo que de forma radical hagamos lo posible para ayudar al que necesita, y en presentarle el Evangelio que cambiará su vida para siempre. “Repartió, dio a los pobres, su justicia permanece para siempre” (2 Corintios 9:9). Para servir al prójimo en las buenas obras, primero hemos recibido el amor de Dios, y este nos dio la misericordia, junto con otros dos frutos del Espíritu, la benignidad y la bondad.
Equilibrio al hacer justicia, para lo cual debemos tener en cuenta lo siguiente: “La ira del hombre no obra la justicia de Dios”, (Santiago 1:20). “El fruto de la justicia se siembra en paz”, (Santiago 3:18). “…Todo aquel que no hace justicia y no ama a su hermano, no es de Dios”, (1 Juan 3:10). La conclusión es que por la Ley no es la justicia, sino por la fe en Cristo, (Gálatas 3:21). Tras los frutos del Espíritu, el equilibrio espiritual nos ha enseñado a saber que Dios es radical en cuanto a la justicia, pero esa justicia solo es equilibrada cuando la aplica Dios.
Finalmente, nuestro ser, aun pudiendo ser radical en muchos aspectos, necesita un equilibrio. Como enseña el apóstol Pablo, se compone de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Estos tres deben estar en equilibrio. Si nos dedicamos demasiado al cuerpo y desatendemos la mente y el espíritu, sufrimos un desequilibrio. Muchos, hoy, se obsesionan con el cuidado del cuerpo y la salud, y esto segundo es esencial, pero desatienden su espíritu y su vida de fe, lo cual lo convierte en idolatría y egocentrismo. De igual manera si solo miramos nuestros sentimientos del alma, y dejamos de cuidar el cuerpo. Pero el espíritu es la clave, aunque de nuevo, si solo cuidamos nuestro enriquecimiento espiritual, podemos volvernos aislados de los demás. Ahí nuestra mente juega un gran papel, pues si tenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:16), podemos mantener un equilibrio emocional y espiritual, sin que el mundo caótico en que vivimos nos afecte tanto. Hoy sufrimos una oleada de depresión en el mundo, especialmente en la sociedad occidental, donde el incremento de casos en jóvenes, en especial en la era post covid, es aterrador. A eso, se añade una sociedad de valores decadentes y que pasa la vida en el mundo virtual, se relaciona en redes sociales, y olvida la relación presencial, y no estamos hechos para el aislamiento, sino para la convivencia.
Vivir de una forma equilibrada en todas las facetas de la vida nos permite saber cuándo hacer excepciones puntuales, esfuerzos, luchas, y cuando ser radicales. Algunos comen de todo y otros hacen diferencia entre alimentos (Romanos 14), algunos beben vino sin abusar, otros se lo han prohibido a sí mismos porque les lleva a la perdición. Algunos ricos viven de forma sencilla y otros no llegan a fin de mes por vivir como ricos. El dominio propio que vemos en los siete escalones de crecimiento espiritual, que son siete dones espirituales, incluida la fe, desde la radicalidad del querer hacer, que es la virtud, solo es posible por el equilibro espiritual. Leer La Virtud y los 7 Dones de Dios.
EQUILIBRIO Y RADICALIDAD ESPIRITUAL EN LA IGLESIA
Sin duda, dos Textos Bíblicos de referencia en la relación entre cristianos son, el Salmo 133, que describe cuan bienaventurado es habitar los hermanos juntos en armonía, y Juan 13:34-35, que nos enseña a amarnos unos a los otros, y que así sepan todos que somos discípulos de Jesús. Para esta relación que parece lógica y equilibrada para un cristiano, hace falta radicalidad de convicción para trabajar por la unidad en la relación entre hermanos, como en la familia, pues no con todos es fácil, por la diferencia de carácter y personalidad. Pero, la unidad del espíritu debe llevarnos a una misma mente, la mente de Cristo, y a un mismo sentir, como enseña el apóstol Pedro, (1 Pedro 3:8-14).
Durante años, he podido ver como algunos hermanos/as se vuelcan en servir en la iglesia, lo cual es algo normal en el cristiano, pero algunos no tienen un equilibrio entre la vida dentro y la vida fuera. Me refiero a que miran dentro, y viven tratando de ignorar la vida fuera de la iglesia. Otros hermanos viven de forma opuesta, mirando cómo servir fuera de la iglesia, pero no miran a la propia iglesia. Creo que todos debemos buscar el equilibrio, pues si bien los hermanos que están dentro son la familia en Cristo, hay otros fuera, que deben ser llamados a formar parte de ella. Ese equilibrio, de nuevo llega por la transformación interior radial de la fe, y por orar por ello, para que el Señor ponga en nuestro corazón ser conscientes de la necesidad de dar testimonio de Cristo fuera, servir a la comunidad en buenas obras, fuera, y servir a los hermanos dentro, formar parte de la familia, y ya sabemos que la familia perfecta no existe, solo Dios es perfecto. Sobre los que sirven fuera, debemos apoyar a los misioneros, pues aunque ellos van lejos, dependen de los que se quedan, en apoyos y oración, pues son llamados a ir a servir a Dios lejos, un llamado radical que depende del equilibrio espiritual y de su relación con Cristo y la Iglesia.
EQUILIBRIO Y RADICALIDAD TEOLÓGICA
¡Cuántas discusiones teológicas se dan entre cristianos, y cuántas realmente son de edificación espiritual! Los radicales se muestran convencidos de su teología, pero muchos buscan el equilibrio, aunque visto el resultado, y el cambio de parecer de muchos grandes teólogos en aspectos menos relevantes de algunas doctrinas que no se relacionan con la salvación, como son la cuestión de los dones y la escatología, habría que preguntarse:
¿Hasta dónde hoy están los dones activos? Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos, pues Su nombre es YHWH, y dijo a Moisés: «Yo Soy el que Soy» (Éxodo 3:14-16). Lo mismo que, el Alfa y la Omega, el que Es, el que Era, y el que Ha de Venir (Apocalipsis 1:8), y Su poder es igual siempre, y siempre hay milagros ocurriendo allí donde Él quiere, donde Le aman, donde Le buscan de corazón. Pero los dones ya no están permanentes como lo estuvieron en los apóstoles y en algunos profetas. Debemos creer que Dios es el mismo hoy, ayer y por los siglos, y que Su poder siempre es igual, y puede hacer milagros siempre; esto es radicalmente correcto en la mente del creyente. Pero seguimos viendo disputas entre los que enseñan y dicen obrar milagros y sanidades, y otros que niegan cualquier milagro, ambos en su radicalidad, y ninguno en equilibrio con la verdad de Dios. Por tanto oremos por milagros y tengamos fe, porque Dios hace milagros hoy, aunque no haya quienes tengan el don permanente.
La escatología es, quizá, la que más acaloradas batallas argumentativas provoca, y lo curioso es que usamos el mismo Libro de Libros: La Biblia. Dispensacionalistas y Teólogos del Pacto, milenialistas pretribulacionistas y amilenialistas postribucionalistas llevan siglos defendiendo sus posiciones radicalmente. He visto grandes doctores en teología cambiar su posición en estos aspectos y sin embargo siguen siendo grandes doctores de la fe y la teología en las doctrinas básicas de la Salvación y el discipulado, su equilibrio radica en que no condenan al hermano que en cuestiones escatológicas cree diferente, sobre todo porque han estado en ambos lados, y estaban convencidos cada vez, pero Dios da gracia a los humildes (Santiago 4:6-8).
Esa gracia que Dios da a los humildes que buscan la justicia y la verdad, pudo proveer un cambio radical en su teología al monje católico Martín Lutero, que hubo de enfrentarse con el Vaticano por volver a poner la vida espiritual en el equilibro de La Biblia, la cual tradujo de las fuentes originales hebreas, arameas y griegas al alemán, concluyendo que “el justo por la fe vivirá” (Gálatas 3:11). Pudo salir de la desviación y desequilibro de la tradición y el abuso de poder, y denunciar la venta de indulgencias. En este año que celebramos el 505 aniversario de La Reforma Protestante, un 31 de octubre, en aquel caso, de 1517, Lutero clavaba sus 95 Tesis en la puerta de la Iglesia del Castillo de Wittenberg, Alemania, para protestar por la falsedad de las indulgencias y su uso para obtener dinero, hasta de los pobres, con el objetivo de construir la Basílica de San Pedro en el Vaticano. La Iglesia Católica reaccionó con la Contra Reforma, que podríamos decir que se inició tras el Concilio de Trento, en 1545-1563, como reacción al movimiento reformista, y implantado su radicalismo para imponer su fe por la fuerza o matar a los que no la aceptaran, a través del instrumento de la “Santa” Inquisición; estos métodos de imponer la fe por la fuerza están desequilibrados porque no proceden del amor de Dios, y ese tipo de radicalidad no es “Santa” sino maligna y será juzgada en el tribunal de Cristo. Debemos ser radicales en nuestra fe y convicción, pero debemos ser equilibrados en el amor al prójimo y predicarles, y darles ejemplo con buenas obras, pues la verdadera fe viene por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Jesús vivió de forma humilde y predicó de la forma más radical y poderosa, pero nunca impuso la fe por la fuerza, ese es el equilibrio a seguir para hacer discípulos a todas las naciones (Mateo 28:19-20). La “Gracia” de Dios es la que nos habilita para llevar a cabo la Gran Comisión, la que llevó a Lutero a iniciar un movimiento radical de vuelta a la Palabra de Dios, que llevó a los creyentes reformados a usar y llegar a acuñar con los años el Credo de las Cinco Solas: Sola Escritura, Sola Fe, Sola Gracia, Solo Cristo, Solo a Dios la Gloria. Esa es aquella Gracia del Himno “Sublime Gracia – Amazing Grace”, una Gracia radical y equilibrada para el corazón del hombre, porque procede del corazón de Dios, que nos amó.
¿POR QUÉ RADICALIDAD ESPIRITUAL?
Como hemos ido viendo a lo largo de este breve viaje por los conceptos de equilibrio y radicalidad espiritual, comprobamos que a veces debemos ser radicales, no aceptar ni ser tibios, con falsos profetas o falsos maestros, ideologías, otros falsos evangelios, la persecución hasta la muerte, como la Inquisición hizo matando a santos de Dios, y cómo Jesús nos enseña a ser equilibrados radicalmente. Jesús, siendo el equilibrio santo, habló de forma radicalmente espiritual:
“No penséis que he venido para traer paz, a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de Mí, la hallará. El que a vosotros recibe, a Mí me recibe; y el que me recibe a Mí, recibe al que me envió”, (Mateo 10:34-40). Esta radicalidad que Jesús nos enseña, es el equilibrio en la vida espiritual; la cuestión es saber diferenciarlas y para ello siempre oraremos al Padre, en Cristo, por el Espíritu.
La etimología de radical procede del latín radicalis, que procede de radix o radicis, que significa: aquello relativo a la raíz de algo. Nos referimos en nuestro contexto a centrarnos o enfocarnos a la raíz y el origen, la verdad, el propósito de algo, y este algo nuestro es el Evangelio de Jesucristo, el amor de Dios, y las buenas obras, en esto seremos radicales; ese es nuestro verdadero equilibrio espiritual.
CONCLUSIÓN
Hemos aprendido que para que haya equilibrio espiritual, primero debe haber radicalidad espiritual. Tras el arrepentimiento, ese cambio de mente y de vida radical, se puede conseguir, por la obra del Espíritu Santo, seguir y conocer la verdad, sin ceder, cueste lo que cueste, porque la verdad nos hará libres, si permanecemos en Su Palabra (Juan 8:31-32). También el dominio propio y toda la escalera de los 7 dones espirituales de que habla el apóstol Pedro (2 Pedro 1): “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”.
Por lo tanto debemos concluir que no se debe entender esta radicalidad espiritual como la violencia física que utilizan los fanáticos religiosos que quieren imponer su religión por la fuerza, y matan en el nombre de Dios, o aquellos que quieren imponer sus ideologías por la fuerza creando leyes a su antojo cuando están en el poder. Unos y otros serán juzgados por Dios y pagarán en el tribunal de Cristo, en Su venida (Romanos 14:10-12) – (2 Corintios 5:10). Nuestra fe es santa y sabemos que la Buena Noticia del Evangelio de la Salvación tiene el poder de cambiar radicalmente las vidas de aquellos que son llamados por la gracia de Dios, al oír el Mensaje, y esa es nuestra convicción y determinación en la verdad de Dios, que se ofrece a los demás por amor a ellos, y que libremente pueden y deben recibir si son llamados para creer y aceptar a Jesucristo en sus corazones. ¡Amén!