EL CANON DE LA BIBLIA
¿ES EL CANON UN INVENTO DE LA IGLESIA?
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Carlos Padilla, Septiembre 2014
La Biblia afirma ser la Palabra de
Dios, un libro que contiene la Revelación del Mensaje de Dios al hombre y que
está compuesta, o es similar a una enciclopedia de sesenta y seis libros,
escritos durante un periodo de mil quinientos años por más de cuarenta
escritores, quienes afirman haber recibido la inspiración y la revelación de la
Palabra de Dios. ¿Será esa inspiración la que demuestra el Canon, o lo inventó
de la Iglesia?
Por otra parte muchos
libros proclaman ser la Palabra de Dios, como el Corán del Islam, el Libro del
Mormón, el Bhagavad Gita de los hindúes como fuente de verdad eterna, y hasta el
judío
Karl Marx en su cosmovisión atea creía que su obra El Manifiesto
Comunista era la verdad.
Pero hay algo terrible que
está ocurriendo desde que existen las universidades, sobre todo europeas, y es
el ataque anticristo que sufren nuestros hijos al acudir a estudiar. La
estadística dice que el 80% de los jóvenes cristianos que van a la universidad
pierden la fe ante el ataque de sus profesores anticristo, quienes niegan que la
Biblia sea la Palabra de Dios y la desacreditan como un libro fuera de moda,
etc. Sin embargo la Biblia está volviendo a ser relevante ante las evidencias
científicas del Creacionismo y el Diseño Inteligente que emana la Creación y la
actual desacreditación del darwinismo por evidentes imposibilidades científicas
de su teoría, ya obsoleta ante la ciencia actual.
Un buen argumento en
defensa de la autenticidad de la Biblia y sus autores como mensaje unificado es
el de Josh McDowell, quien dice: Toma diez autores contemporáneos y pídeles que
escriban sus puntos de vista sobre un tema polémico. ¿Estarán todos de acuerdo?
No, tendríamos desacuerdos entre un autor y otro. Ahora considera la autoría de
la Biblia. Todos los autores, en un período de mil quinientos años, escribieron
sobre muchos temas polémicos y no se contradijeron. Esto da a entender que hay
un solo autor que los guió a todos como dice 2Pedro 1:21 “…porque nunca la
profecía fue tríada por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirado por el Espíritu Santo.”
Sobre los sesenta y seis
libros de la Biblia, surgen varias preguntas sobre si estos libros son
todos lo que deben formar parte del gran libro de La Biblia, o si hay otros
libros escritos o que pudieran ser escritos todavía y que pudieran formar parte
de La Biblia. O quién tiene la autoridad para designar estos libros como los que
componen La Biblia, y qué características muestran para merecer formar parte de
ella, que los otros libros no tienen. Para responder a estas cuestiones
encontramos el asunto de la canonicidad de las Escrituras; La Biblia que tenemos
hoy, compuesta por esos sesenta y seis libros es considerada por eruditos y
teólogos como la composición aceptada por todos, por la razón de que todos los
libros muestran una característica que los demás libros, llamados “apócrifos” no
muestran. A esta característica que todos cumplen, y que veremos en que consiste
se le llama Canonicidad.
Si la Biblia que hoy leemos –en las mejores
versiones– es la traducción de los autógrafos originales es de vital
importancia, pero si esa traducción no es de los libros que contienen la verdad
del Mensaje de Dios a Israel, a la Iglesia y al mundo, entonces todo el trabajo
sería una pérdida de tiempo. El Canon es la garantía que nos da la tranquilidad
de que lo que leemos es verdaderamente La Palabra de Dios, y como podremos ver,
no sólo es reconocible el Canon por aquellos eruditos y maestros que lo
determinaron, sino que el creyente que ha recibido la fe y nacido de nuevo,
podrá comprobar con la guía del Espíritu Santo que efectivamente esos, y no
otros libros, son inspirados por Dios.
Concepto del
Canon
La palabra canon procede del griego
“kanón” que puede traducirse como regla de medir, caña o vara, aunque la
raíz es “tallo” de bambú o de mimbre. Los judíos siempre han usado una caña de
unos tres metros como medida, lo cual se asemeja al estándar de que hablamos.
Canon se ha convertido en una palabra que todos usamos para hablar de medidas
autorizadas, o características autorizadas, un instrumento de medir. En la
Iglesia ha llegado a tener dos significados. El primero se refiere al grupo de
libros sagrados que componen la Biblia, y el segundo a que esos libros
configuran la regla de vida para el creyente.
Historia del
Canon de La Biblia
La Iglesia comenzó a usar el
término para referirse a la regla de fe mostrada en los Credos, y más tarde lo
hizo con los libros de La Biblia. La Iglesia, en tiempos de Ireneo de Lión
luchaba contra el sincretismo de la época, una tendencia a tomar de todas las
religiones distintas doctrinas, y muchos interpretaban a su manera la fe
cristiana; fue la era que se enfrentó al peligroso gnosticismo
que dice ser una revelación superior, por conocimiento, aportando aquellos
libros o ideas que el movimiento consideraba apropiados a sus creencias, cual
secta. La respuesta de la Iglesia sería el Canon. Hasta entonces la versión
griega del Antiguo Testamento, versión llamada
Septuaginta, a pesar de incluir algunos libros hebreos no inspirados,
solía ser la recopilación más cercana de libros sagrados usada, y además se
leían los Evangelios y cartas de los apóstoles, pero todavía no se había
configurado el Nuevo Testamento, como tal, en el siglo II. Pero no sería la
voluntad de los cristianos, sino poco a poco y no en un concilio o reunión, que
se convocó para determinar el N.T. cuyo mejor ejemplo de inspiración es el hecho
de incluir cuatro Evangelios y no uno, demostrando que eran varios los apóstoles
–o autores bajo apóstoles– los que recibieron la Revelación y conocieron a
Jesús. Para determinar las Doctrinas cristianas se configuró el Credo, el cual
seguía el Canon de fe común de la Iglesia.
La Biblia pues, en estos sesenta y
seis libros que la componen emana una característica en todos ellos que se
observó y convirtió en la garantía para el creyente de que lee la Palabra de
Dios. El Canon Bíblico nos sirve de vara para medir si otros libros escritos o
que se escriban hoy, o que se reclamen como revelación o inspiración de Dios
pueden ser considerados Escritura. El estudio nos mostrará que el Canon ha
quedado cerrado, y lo sabemos por la siguiente información:
En el Antiguo Testamento, desde
Moisés a Malaquías, en el 425 a.C. que cerró esta primera parte del Canon, tanto
los autores –que afirmaban sin miedo ser receptores de la Palabra de Dios– como
el pueblo de Dios –que revisó los Escritos sin hallar error alguno– y la lectura
aceptada por todos en las sinagogas, en especial en la gran sinagoga del último
periodo, donde estaban los últimos compiladores de este Canon, la escuela de
escribas de Esdras, todos mostraban la información correcta tanto teológica,
como histórica, como profética, como geográfica, siguiendo una correlación
espiritual e inspiradora de parte de Dios. Hubo unos catorce libros escritos
tras el tiempo de la gran sinagoga que se intentaron añadir al Canon, pero no
mostraban las cualidades para ello, como Macabeos I y II, Tobías, Judit, Susana,
y otros. El pueblo judío finalmente no los aceptó. Pero curiosamente la iglesia
Católica sí aceptó esos libros, ya conocidos como apócrifos, en el Concilio de
Trento en 1.546 d.C. lo cual explica que algunas doctrinas heréticas como la
oración por los muertos se halle en esta iglesia, falsedad que no es aceptada
por los judíos, ni por los protestantes.
El Antiguo
Testamento que conocemos y fue aceptado como La Ley, Los Libros de Los Profetas
y Los Libros de los Escritos, se conservaban celosamente, como junto al Arca del
Pacto y eran leídos y conocidos por todo el pueblo. El Canon tiene testimonio en
el Prólogo de Eclesiástico, en Filón, en Jesucristo, Josefo, en el Concilio de
Jamnia, o en el Talmud Babilónico, éstos desde el 132a.C. hasta el 4º siglo d.C.
El Antiguo Testamento, primeramente, se redactó por un largo espacio de más de
mil años, lo cual le confiere una aceptación progresiva que ha ido aceptando los
libros inspirados, los cuales seguían varias reglas. Primero, la revelación de
Dios era dada a un profeta quien a su vez la transmitía al pueblo. Por años,
como Moisés,
la Revelación era escrita, bien cuando se recibía, Éxodo 24:3-7, o Josué 24:26,
y otras veces tras recitarlas eran escritas, como 1Samuel 10:25 y Jeremías
30:1-2. Segundo, el pueblo aceptaba esa Palabra como de Dios y era reconocida, a
veces inmediatamente, pero otras con el tiempo cuando el mensaje era de
exhortación y no de bendición. La Ley (Torá) recibida por Moisés fue recibida
desde la primera generación, luego por Josué 23:6, David, Salmón e Josías,
Jeremías, Daniel, Esdras y hasta Malaquías 4:4, libro que cierra el A.T. También
serían aceptados los libros de los Profetas (Nebiim), anteriores, Josué, Jueces,
Samuel, Reyes, y los posteriores, Isaías, Jeremías, Ezequiel, los Doce), 2Reyes
20:14-19, Daniel 9:2 o Esdras 5:1 son fiel prueba de ellos. También, a lo largo
de este período fueron aceptados los llamados Escritos (Ketubim), Salmo 18 en
2Samuel 22 y Salmo 105 en el Nuevo Testamento, 1Corintios 16:7-22. La primera
compilación de la Palabra de Dios fue conservada con celo junto al Arca del
Pacto en el Lugar Santísimo una copia oficial de aquellos libros considerados
por todos inspirados y con autoridad de Dios, como podemos leer en Deuteronomio
31:9-12. Pero en el reinado de Josías, en el 621a.C. fue redescubierto el libro
de la Ley de Moisés, lo cual es una referencia en la historia del Canon. Este
orden y la lista aparecen también en la Biblia de Ferrara
de los sefarditas. Finalmente en el tiempo del A.T. se difundió la colección de
los libros del Canon. Los profetas siguieron una práctica llamada “colofón”
que unía los libros como una continuidad: Deuteronomio 34 o Esdras 1:1-2 son
ejemplos. La tradición judaica incluye la Gran Sinagoga de escribas, donde
explica como el escriba Esdras con ellos tuvieron la responsabilidad de
preservar, reconocer y transmitir el Antiguo Testamento como Canon, y la fecha
se estima del 400a.C. al 200a.C. Se puede leer Lucas 24:27-44 de Jesucristo, y
Josefo, Filón, o en el prólogo de Eclesiástico. El Concilio de Jamnia 90d.C. y
el Talmud Babilónico 4d.C completan las evidencias.
El Canon del Nuevo Testamento
sigue, a grandes rasgos las mismas líneas de autenticación que el Antiguo, en su
corto periodo de unos cincuenta años. Los Apóstoles declaran haber sido
inspirados por Dios y la autoridad de sus Escritos; Apocalipsis 1:3. Los
autógrafos fueron recibidos y copiados para su transmisión por las iglesias. La
evidencia del Nuevo Testamento incluye la mención de Pedro sobre las cartas de
Pablo. Los primeros padres de la Iglesia lo atestiguan como los libros
inspirados. Posteriormente los Concilios y las traducciones aportarían mayor
evidencia, así como los cánones, como el Muratoriano, o el Códice Baroccocio.
Pero al igual que en el A.T. en el Nuevo, hubo libros cuestionados y luego
aprobados, como Hebreos por su “anonimato”, Santiago por la polémica –que no la
hay– sobre la justificación por las obras además de la fe, y 2 de Pedro por el cambio de estilo. 2 y
3 de Juan, Judas y Apocalipsis, todos finalmente aceptados por su inspiración.
Otros libros y evangelios apócrifos nunca fueron aceptados. Su preservación
sería en la Iglesia en todas partes, en lugar del Lugar Santísimo en el A.T. y
la particularidad de tener que luchar contra muchas herejías que surgieron y se
mezclaban con las enseñanzas canónicas, como el gnosticismo o el arrianismo, y
las propuestas de Marción, pero la Iglesia custodiaría la verdadera Palabra de
Dios bajo la dirección del Espíritu Santo. Luego sería el propio
Verbo de Dios quien vendría al
mundo y daría testimonio de su autenticidad, Aquel que es la propia Palabra de
Dios y constructor del propio Canon se hizo carne y habitó entre nosotros.
El Nuevo Testamento
incluye la afirmación de los propios apóstoles de ser inspirados por Dios en sus
escritos, y mandaron que fueran compartidos por las iglesias por la autoridad de
la inspiración, Gálatas 1:11-12 o Apocalipsis 1:3, 17-19. Los apóstoles
aceptaron aquellos libros de sus hermanos de apostolado que fueron inspirados
aprobándolos como tales, 2Pedro 3:15-16, citándolos como Escritura Sagrada. Los
creyentes también lo aceptan y hasta hoy lo hacemos como Palabra de Dios,
Gálatas 4:14: “…antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo
Jesús.” Sobre su preservación, las primeras iglesias más relevantes como
Jerusalén, Antioquía de Siria, Éfeso, Corinto o Roma recibieron y guardaron las
Escrituras.
Fueron los primeros padres los que
terminarían el reconocimiento de lo que sería la colección del Canon en base a
las Cartas de Pablo a las que ser refiere Pedro en su segunda Carta 3:15-16,
desde antes del 70d.C. y lo hicieron antes de acabar el siglo II d.C. Policarpo
que fue discípulo del apóstol Juan, cita en sus escritos a Mateo, Juan, 10
cartas de Pablo, 1Pedro y las dos primeras Cartas de Juan. Justino Mártir añade
Apocalipsis. Ireneo ya habla de 23 de los 27 libros del N.T. Clemente de
Alejandría, ya en el 200d.C. Eusebio los incluye todos así como Atanasio. Luego
siguieron los Concilios, que aunque no se convocaron para el Canon, sino para
las herejías, son evidencia al mencionar todos los 27 libros como Escritura
Inspirada, ya en Nicea 325d.C., en Hipona y Cartago 393 y 397d.C. Añadimos
también las Traducciones como la Siriaca Antigua del 200d.C. que menos cinco
incluye todos los libros, o Latina Antigua, algo anterior, todos menos cuatro.
También son evidencia los Cánones como el Muratoniano del 170d.C. incluso el
herético de Marción menciona los 27. El Barococcio del 206 A.T. menos Ester y el
N.T. menos Apocalipsis.
Así, pues, el Canon Bíblico ha sido
compilado en un proceso que incluye el testimonio del periodo apostólico, el
testimonio del período desde el 70-170d.C. Más tarde el período entre el
170-350d.C. donde comienzan los Concilios. En 393d.C. y 397d.C los de Hipona y
Cartago se convertirían en los dos Concilios donde todos aceptaban la
inspiración y autoridad de los 27 libros por primera vez, quedando así cerrado
el Canon. Pero ya en el 350d.C. Atanasio se referiría por primera vez a esos
libros como el Canon del Nuevo Testamento. Esto no quiere decir que Dios no guíe
y capacite a sus hijos para la Gran Comisión hoy en día, ni que haya dejado de
actuar con poder, pero cerró la inspiración escrita de Su Revelación.
Requisitos para
que un libro forme parte del Canon
La Biblia tiene su autoridad en la
inspiración, pero es en la canonicidad donde reside su aceptación. Las
características que ha de mostrar un libro del Canon incluyen su auto
autenticación; la Biblia se autentifica a sí misma porque sus libros eran
canónicos –seguían la regla de Dios– en el momento de ser escritos 2Timoteo 3:16,
no necesitaban de concilios ni aprobación de hombres. Pero fue en los concilios
donde los hombres reconocieron la evidente inspiración por el Espíritu de esas
Escrituras como tales, y otras no lo eran. No sería ni en un solo concilio, ni
carente de discusión entre los cristianos, pero todo esto proveyó de voluntad de
oración y búsqueda de la verdad para concluir en aquello que era la Inspiración
de Dios. Como hemos dicho antes, en el Concilio de Cartago
en el año 397 d.C. la Iglesia considera que el Canon ha quedado cerrado, porque
está completa la Revelación de Dios.
Los libros canónicos tienen la
autoridad de un profeta, líder o apóstol. Cada libro ha de ser singular para ser
incluido. Debían ser aceptados por el pueblo de Dios, fuera Israel o la Iglesia,
según el Testamento. Algunas evidencias eran que no todos los libros de un
apóstol eran incluidos, sino solo los que mostraban la inspiración de Dios, lo
que evita aceptar un libro por el autor. Además de todas las evidencias y
pruebas contamos con los últimos descubrimientos de los Manuscritos del Mar
Muerto,
en Qumrán que son muy importantes porque corroboran los libros del Antiguo
Testamento, en las copias muy antiguas halladas, unos 175 rollos mencionan casi
todos los libros como Escritura de entre 500 hallados. En definitiva un libro es
canónico cuando es autoritativo, es profético o apostólico, es auténtico, es
dinámico y ha sido aceptado.
Libros
canónicos y no canónicos
Los libros homologoumena o aceptados
por todos los padres de la Iglesia y los judíos, son los que se consideran
canónicos. El pueblo judío finalmente no aceptó Macabeos I y II, Tobías, Judit,
Susana, y otros. Pero curiosamente la iglesia Católica sí añadió los apócrifos
en el Concilio de Trento en 1.546 d.C. lo cual explica que algunas doctrinas
heréticas como la oración por los muertos se halle en esta iglesia, falsedad que
no es aceptada por los judíos.
El Antiguo Testamento hallaría algunas
dificultades para llegar a ser la compilación de los 39 libros que conocemos, ya
que algunos libros tardaron en ser reconocidos. Ester no menciona
a Dios. Eclesiastés tiene pinceladas escépticas y
hedonistas. Cantares escandaliza a muchos por su pasión de amor. Proverbios
parece contradictorio a veces y Ezequiel era visto como contradictorio a la Torá
por algunos. Todos ellos bien interpretados se aceptaron.
El Nuevo Testamento tuvo también algunos
libros que al principio no fueron aceptados pero sí reconocidos por todos
finalmente para el Canon: Hebreos, por su anonimato aparente de autoría, pero
aceptado por su autoridad apostólica de respaldo. Santiago por la doctrina de la
justificación por fe y la cuestión de las obras, mal entendido por algunos. Pero
sería 2Pedro la Epístola más problemática por la duda de su autoría por la
diferencia de estilo con la primera que sería redactada por otro amanuense. Las
dos cartas de Juan 2ª y 3ª con su poca expansión al principio, pero cuyo estilo
era el de la primera Epístola. Judas 9 y 14 incluía citas a libros
rechazados o pseudo epigráficos, como Enoc y Asunción de Moisés lo cual se tardó
en comprender. Finalmente Apocalipsis por su simbología, su interpretación
era difícil pero nunca se dudó de su autoría por Juan.
Los libros no canónicos se conocen como
Apócrifos o Pseudoepigráficos. Una lista de los que aparecen en tiempos del
Antiguo Testamento sería la hallada en la Traducción griega Septuaginta
o de los 70, mandada traducir por Ptolomeo Filadelfo II para la Biblioteca de
Alejandría con el fin de unir todos los libros hebreos, siguiendo la costumbre
de la época que traducía todo documento que llegaba a sus manos al griego.
Ninguno de los libros incluidos que no fueron reconocidos por los judíos, fueron
citados por Jesús ni los apóstoles. Otra prueba es que incluso los propios
autores no dicen ser inspirados por Dios como se lee en el prólogo de
Eclesiástico, 1Macabeos 4:46. Otros aportan una ética herética contraria a la de
los libros canónicos y errores históricos, pero pasaron a la Vulgata latina del
siglo IV que tradujo Jerónimo, aunque mencionó que eran un grupo aparte, pero
los ha heredado el catolicismo hasta hoy, tras su aceptación en los Concilios de
Trento 1.547 y Vaticano 1.870. Nunca los cristianos protestante aceptaron esos
libros que los judíos tampoco reconocieron como inspirados por Dios. La
Confesión de fe de Westminster da fiel testimonio de ello en 1.643 siendo no
autoritativos para la verdadera Iglesia de Dios.
Los libros apócrifos son 1 y 2 de Macabeos
del 100 a.C. y 1Esdras como libros históricos. Tobías y Judit como libros de
romance o patrióticos. Oración de Azarías, Oración de Manasés, Adiciones a
Ester, Susana, Bel y el Dragón, como libros líricos y místicos. Sabiduría de
Jesús hijo de Sirach, Sabiduría de Salomón como libros morales y religiosos,
Baruc, Epístola de Jeremías y 2Esdras como libros proféticos. Curiosamente todos
son posteriores a la compilación del 400a.C. de la Gran Sinagoga.
El Nuevo Testamento no se libraría de un
ataque a la integridad de la inspiración por parte de libros apócrifos y
Pseudoepigráficos, que se leían públicamente, como el Evangelio según los
Hebreos del 65-100d.C. o las cartas de Pseudo-Bernabé, a los Corintios 96d.C.
2Clemente, Pastor de Hermas, la Didaché o enseñanza de los Doce, de Policarpo y
las 7 de Ignacio, todos de entre fin del primer siglo e inicios del segundo. Y,
los Hechos de Pablo y Thecla o el Apocalipsis de Pedro, ambos entre el 150 y
170d.C. En cuanto a los Pseudoepigráficos hallamos evangelios heréticos como el
de los Egipcios, el de los doce Apóstoles, o el de Pedro, así como cartas de la
Virgen, de Pablo a los Laodicenses, muchos otros Hechos, y varios Apocalipsis
como el de Tomás y el de María.
Los peligros de
los libros no canónicos y otros
Muchos otros son los libros que se
escribieron en tiempos antiguos, y muchos los escritos durante los casi dos mil
años de la Iglesia, y otros muchos los que se escriben hoy, pero ninguno de
ellos puede ser considerado canónico tras haber quedado patente que Dios ya ha
dado toda la Revelación en los libros que componen La Biblia, sobre todo cuando
se contradicen con los inspirados, cuando aportan falsos datos históricos,
arqueológicos y morales, entre otros.
Como vimos antes, Macabeos I y II, Tobías,
Judit, Susana y otros fueron rechazados. El pueblo judío finalmente no los
aceptó. Pero curiosamente la iglesia Católica sí añadió los apócrifos en el
Concilio de Trento en 1.546 d.C. lo cual explica que algunas doctrinas heréticas
como la oración por los muertos se halle en esta iglesia, falsedad que no es
aceptada por los judíos, como la intercesión de los santos y ángeles Tobías
12:12, 2Macabeos 15:14, Baruc 3:4, la redención de las almas 2Macabeos 12:42,46.
Por su parte el Nuevo Testamento tendría
que luchar contra las herejías de autores que mezclaban Palabra de Dios con
doctrinas como el arrianismo, negando la deidad de Cristo, o el montanismo y su
pretensión de aportar nueva revelación y profecía, o el gnosticismo que mezcla
la Palabra con una “Iluminación racional”, no inspirada por el Espíritu de Dios.
El marcionismo es una especie de gnosticismo, que mezcla doctrinas cristianas
con un dualismo de Dios Padre y Dios Creador distinto, así como dos religiones
paralelas según se trate de judíos o cristianos. Hoy, todavía hay proponentes de
supuestas nuevas revelaciones como las sectas, sean los mormones y la
inspiración de su supuesto profeta, o la de la ciencia cristiana, los Testigos
de Jehová; no es de extrañar que muchos anticristos digan que tienen nuevas
revelaciones contrarias a las Escrituras. El Canon es regla de Dios para nuestra
seguridad.
Conclusión
Por lo tanto la Biblia está
completa, el Canon está cerrado; la Revelación de Dios está completa. Es, pues,
la Biblia nuestra única vara de medir en la vida, nuestra fuente de conducta e
inspiración en doctrina y en la convivencia en la Iglesia, dentro de la correcta
interpretación según el Nuevo Testamento. Esto no impide que hoy Dios hable,
inspire y mueva a los hombres de Dios para, en la línea idéntica del Canon y de
la Revelación escrita, pastoreen a la Iglesia de Cristo hasta Su venida.
El Canon es el sello de
autenticidad de todas las doctrinas de la Biblia en tanto que es el resultado de
la Bibliología. Garantiza que lo que incluye la Biblia es la Revelación de Dios.
Se basa en la Inspiración del Espíritu Santo, lo cual está directamente
relacionado con que sea la Palabra inerrante de Dios. Se convierte en el método
de Preservación de la Biblia, para su Transmisión, lo cual a su vez, garantiza
que su Traducción es confiable, pues parte de los libros verdaderos, y por tanto
podemos acudir a ella para estudiarla, escudriñarla e Interpretarla porque el
Espíritu Santo la utilizará para darnos Iluminación sobre el Mensaje de Dios,
quedando como la máxima Autoridad en doctrina, forma de vida del cristiano y
Camino a Dios, pues Aquel que Es la Palabra de Dios dijo que era el Camino, y la
Verdad y la Vida. El Canon es, pues, una lista de libros autoritativos, no una
lista autoritativa de libros, los libros inspirados de la enciclopedia de Dios
que contiene Su Revelación, La Biblia, la que leemos cada día, y por lo tanto el
Canon no lo inventó la Iglesia sino que lo creó Dios.
Bibliografía
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Ryrie, Charles C. Teología Básica. Miami. Editorial Unilit,
2003. Pags. 118–123
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