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EL CANON DE LA BIBLIA

¿ES EL CANON UN INVENTO DE LA IGLESIA?

 © Carlos Padilla, Septiembre 2014

 

La Biblia afirma ser la Palabra de Dios, un libro que contiene la Revelación del Mensaje de Dios al hombre y que está compuesta, o es similar a una enciclopedia de sesenta y seis libros, escritos durante un periodo de mil quinientos años por más de cuarenta escritores, quienes afirman haber recibido la inspiración y la revelación de la Palabra de Dios. ¿Será esa inspiración la que demuestra el Canon, o lo inventó de la Iglesia?

Por otra parte muchos libros proclaman ser la Palabra de Dios, como el Corán del Islam, el Libro del Mormón, el Bhagavad Gita de los hindúes como fuente de verdad eterna, y hasta el judío Karl Marx en su cosmovisión atea creía que su obra El Manifiesto Comunista era la verdad.

Pero hay algo terrible que está ocurriendo desde que existen las universidades, sobre todo europeas, y es el ataque anticristo que sufren nuestros hijos al acudir a estudiar. La estadística dice que el 80% de los jóvenes cristianos que van a la universidad pierden la fe ante el ataque de sus profesores anticristo, quienes niegan que la Biblia sea la Palabra de Dios y la desacreditan como un libro fuera de moda, etc. Sin embargo la Biblia está volviendo a ser relevante ante las evidencias científicas del Creacionismo y el Diseño Inteligente que emana la Creación y la actual desacreditación del darwinismo por evidentes imposibilidades científicas de su teoría, ya obsoleta ante la ciencia actual.

Un buen argumento en defensa de la autenticidad de la Biblia y sus autores como mensaje unificado es el de Josh McDowell, quien dice: Toma diez autores contemporáneos y pídeles que escriban sus puntos de vista sobre un tema polémico. ¿Estarán todos de acuerdo? No, tendríamos desacuerdos entre un autor y otro. Ahora considera la autoría de la Biblia. Todos los autores, en un período de mil quinientos años, escribieron sobre muchos temas polémicos y no se contradijeron. Esto da a entender que hay un solo autor que los guió a todos como dice 2Pedro 1:21 “…porque nunca la profecía fue tríada por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirado por el Espíritu Santo.”

Sobre los sesenta y seis libros de la Biblia, surgen varias preguntas sobre si estos libros son todos lo que deben formar parte del gran libro de La Biblia, o si hay otros libros escritos o que pudieran ser escritos todavía y que pudieran formar parte de La Biblia. O quién tiene la autoridad para designar estos libros como los que componen La Biblia, y qué características muestran para merecer formar parte de ella, que los otros libros no tienen. Para responder a estas cuestiones encontramos el asunto de la canonicidad de las Escrituras; La Biblia que tenemos hoy, compuesta por esos sesenta y seis libros es considerada por eruditos y teólogos como la composición aceptada por todos, por la razón de que todos los libros muestran una característica que los demás libros, llamados “apócrifos” no muestran. A esta característica que todos cumplen, y que veremos en que consiste se le llama Canonicidad.

Si la Biblia que hoy leemos –en las mejores versiones– es la traducción de los autógrafos originales es de vital importancia, pero si esa traducción no es de los libros que contienen la verdad del Mensaje de Dios a Israel, a la Iglesia y al mundo, entonces todo el trabajo sería una pérdida de tiempo. El Canon es la garantía que nos da la tranquilidad de que lo que leemos es verdaderamente La Palabra de Dios, y como podremos ver, no sólo es reconocible el Canon por aquellos eruditos y maestros que lo determinaron, sino que el creyente que ha recibido la fe y nacido de nuevo, podrá comprobar con la guía del Espíritu Santo que efectivamente esos, y no otros libros, son inspirados por Dios.

 

Concepto del Canon

La palabra canon procede del griego “kanón” que puede traducirse como regla de medir, caña o vara, aunque la raíz es “tallo” de bambú o de mimbre. Los judíos siempre han usado una caña de unos tres metros como medida, lo cual se asemeja al estándar de que hablamos. Canon se ha convertido en una palabra que todos usamos para hablar de medidas autorizadas, o características autorizadas, un instrumento de medir. En la Iglesia ha llegado a tener dos significados. El primero se refiere al grupo de libros sagrados que componen la Biblia, y el segundo a que esos libros configuran la regla de vida para el creyente.

 

Historia del Canon de La Biblia

La Iglesia comenzó a usar el término para referirse a la regla de fe mostrada en los Credos, y más tarde lo hizo con los libros de La Biblia. La Iglesia, en tiempos de Ireneo de Lión luchaba contra el sincretismo de la época, una tendencia a tomar de todas las religiones distintas doctrinas, y muchos interpretaban a su manera la fe cristiana; fue la era que se enfrentó al peligroso gnosticismo[1] que dice ser una revelación superior, por conocimiento, aportando aquellos libros o ideas que el movimiento consideraba apropiados a sus creencias, cual secta. La respuesta de la Iglesia sería el Canon. Hasta entonces la versión griega del Antiguo Testamento, versión llamada Septuaginta, a pesar de incluir algunos libros hebreos no inspirados, solía ser la recopilación más cercana de libros sagrados usada, y además se leían los Evangelios y cartas de los apóstoles, pero todavía no se había configurado el Nuevo Testamento, como tal, en el siglo II. Pero no sería la voluntad de los cristianos, sino poco a poco y no en un concilio o reunión, que se convocó para determinar el N.T. cuyo mejor ejemplo de inspiración es el hecho de incluir cuatro Evangelios y no uno, demostrando que eran varios los apóstoles –o autores bajo apóstoles– los que recibieron la Revelación y conocieron a Jesús. Para determinar las Doctrinas cristianas se configuró el Credo, el cual seguía el Canon de fe común de la Iglesia.

La Biblia pues, en estos sesenta y seis libros que la componen emana una característica en todos ellos que se observó y convirtió en la garantía para el creyente de que lee la Palabra de Dios. El Canon Bíblico nos sirve de vara para medir si otros libros escritos o que se escriban hoy, o que se reclamen como revelación o inspiración de Dios pueden ser considerados Escritura. El estudio nos mostrará que el Canon ha quedado cerrado, y lo sabemos por la siguiente información:

En el Antiguo Testamento, desde Moisés a Malaquías, en el 425 a.C. que cerró esta primera parte del Canon, tanto los autores –que afirmaban sin miedo ser receptores de la Palabra de Dios– como el pueblo de Dios –que revisó los Escritos sin hallar error alguno– y la lectura aceptada por todos en las sinagogas, en especial en la gran sinagoga del último periodo, donde estaban los últimos compiladores de este Canon, la escuela de escribas de Esdras, todos mostraban la información correcta tanto teológica, como histórica, como profética, como geográfica, siguiendo una correlación espiritual e inspiradora de parte de Dios. Hubo unos catorce libros escritos tras el tiempo de la gran sinagoga que se intentaron añadir al Canon, pero no mostraban las cualidades para ello, como Macabeos I y II, Tobías, Judit, Susana, y otros. El pueblo judío finalmente no los aceptó. Pero curiosamente la iglesia Católica sí aceptó esos libros, ya conocidos como apócrifos, en el Concilio de Trento en 1.546 d.C. lo cual explica que algunas doctrinas heréticas como la oración por los muertos se halle en esta iglesia, falsedad que no es aceptada por los judíos, ni por los protestantes.

El Antiguo Testamento que conocemos y fue aceptado como La Ley, Los Libros de Los Profetas y Los Libros de los Escritos, se conservaban celosamente, como junto al Arca del Pacto y eran leídos y conocidos por todo el pueblo. El Canon tiene testimonio en el Prólogo de Eclesiástico, en Filón, en Jesucristo, Josefo, en el Concilio de Jamnia, o en el Talmud Babilónico, éstos desde el 132a.C. hasta el 4º siglo d.C. El Antiguo Testamento, primeramente, se redactó por un largo espacio de más de mil años, lo cual le confiere una aceptación progresiva que ha ido aceptando los libros inspirados, los cuales seguían varias reglas. Primero, la revelación de Dios era dada a un profeta quien a su vez la transmitía al pueblo. Por años, como Moisés[2], la Revelación era escrita, bien cuando se recibía, Éxodo 24:3-7, o Josué 24:26, y otras veces tras recitarlas eran escritas, como 1Samuel 10:25 y Jeremías 30:1-2. Segundo, el pueblo aceptaba esa Palabra como de Dios y era reconocida, a veces inmediatamente, pero otras con el tiempo cuando el mensaje era de exhortación y no de bendición. La Ley (Torá) recibida por Moisés fue recibida desde la primera generación, luego por Josué 23:6, David, Salmón e Josías, Jeremías, Daniel, Esdras y hasta Malaquías 4:4, libro que cierra el A.T. También serían aceptados los libros de los Profetas (Nebiim), anteriores, Josué, Jueces, Samuel, Reyes, y los posteriores, Isaías, Jeremías, Ezequiel, los Doce), 2Reyes 20:14-19, Daniel 9:2 o Esdras 5:1 son fiel prueba de ellos. También, a lo largo de este período fueron aceptados los llamados Escritos (Ketubim), Salmo 18 en 2Samuel 22 y Salmo 105 en el Nuevo Testamento, 1Corintios 16:7-22. La primera compilación de la Palabra de Dios fue conservada con celo junto al Arca del Pacto en el Lugar Santísimo una copia oficial de aquellos libros considerados por todos inspirados y con autoridad de Dios, como podemos leer en Deuteronomio 31:9-12. Pero en el reinado de Josías, en el 621a.C. fue redescubierto el libro de la Ley de Moisés, lo cual es una referencia en la historia del Canon. Este orden y la lista aparecen también en la Biblia de Ferrara[3] de los sefarditas. Finalmente en el tiempo del A.T. se difundió la colección de los libros del Canon. Los profetas siguieron una práctica llamada “colofón” que unía los libros como una continuidad: Deuteronomio 34 o Esdras 1:1-2 son ejemplos. La tradición judaica incluye la Gran Sinagoga de escribas, donde explica como el escriba Esdras con ellos tuvieron la responsabilidad de preservar, reconocer y transmitir el Antiguo Testamento como Canon, y la fecha se estima del 400a.C. al 200a.C. Se puede leer Lucas 24:27-44 de Jesucristo, y Josefo, Filón, o en el prólogo de Eclesiástico. El Concilio de Jamnia 90d.C. y el Talmud Babilónico 4d.C completan las evidencias.

El Canon del Nuevo Testamento sigue, a grandes rasgos las mismas líneas de autenticación que el Antiguo, en su corto periodo de unos cincuenta años. Los Apóstoles declaran haber sido inspirados por Dios y la autoridad de sus Escritos; Apocalipsis 1:3. Los autógrafos fueron recibidos y copiados para su transmisión por las iglesias. La evidencia del Nuevo Testamento incluye la mención de Pedro sobre las cartas de Pablo. Los primeros padres de la Iglesia lo atestiguan como los libros inspirados. Posteriormente los Concilios y las traducciones aportarían mayor evidencia, así como los cánones, como el Muratoriano, o el Códice Baroccocio. Pero al igual que en el A.T. en el Nuevo, hubo libros cuestionados y luego aprobados, como Hebreos por su “anonimato”, Santiago por la polémica –que no la hay– sobre la justificación por las obras además de la fe, y 2 de Pedro por el cambio de estilo. 2 y 3 de Juan, Judas y Apocalipsis, todos finalmente aceptados por su inspiración. Otros libros y evangelios apócrifos nunca fueron aceptados. Su preservación sería en la Iglesia en todas partes, en lugar del Lugar Santísimo en el A.T. y la particularidad de tener que luchar contra muchas herejías que surgieron y se mezclaban con las enseñanzas canónicas, como el gnosticismo o el arrianismo, y las propuestas de Marción, pero la Iglesia custodiaría la verdadera Palabra de Dios bajo la dirección del Espíritu Santo. Luego sería el propio Verbo de Dios quien vendría al mundo y daría testimonio de su autenticidad, Aquel que es la propia Palabra de Dios y constructor del propio Canon se hizo carne y habitó entre nosotros.

El Nuevo Testamento[4] incluye la afirmación de los propios apóstoles de ser inspirados por Dios en sus escritos, y mandaron que fueran compartidos por las iglesias por la autoridad de la inspiración, Gálatas 1:11-12 o Apocalipsis 1:3, 17-19. Los apóstoles aceptaron aquellos libros de sus hermanos de apostolado que fueron inspirados aprobándolos como tales, 2Pedro 3:15-16, citándolos como Escritura Sagrada. Los creyentes también lo aceptan y hasta hoy lo hacemos como Palabra de Dios, Gálatas 4:14: “…antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús.” Sobre su preservación, las primeras iglesias más relevantes como Jerusalén, Antioquía de Siria, Éfeso, Corinto o Roma recibieron y guardaron las Escrituras.

Fueron los primeros padres los que terminarían el reconocimiento de lo que sería la colección del Canon en base a las Cartas de Pablo a las que ser refiere Pedro en su segunda Carta 3:15-16, desde antes del 70d.C. y lo hicieron antes de acabar el siglo II d.C. Policarpo que fue discípulo del apóstol Juan, cita en sus escritos a Mateo, Juan, 10 cartas de Pablo, 1Pedro y las dos primeras Cartas de Juan. Justino Mártir añade Apocalipsis. Ireneo ya habla de 23 de los 27 libros del N.T. Clemente de Alejandría, ya en el 200d.C. Eusebio los incluye todos así como Atanasio. Luego siguieron los Concilios, que aunque no se convocaron para el Canon, sino para las herejías, son evidencia al mencionar todos los 27 libros como Escritura Inspirada, ya en Nicea 325d.C., en Hipona y Cartago 393 y 397d.C. Añadimos también las Traducciones como la Siriaca Antigua del 200d.C. que menos cinco incluye todos los libros, o Latina Antigua, algo anterior, todos menos cuatro. También son evidencia los Cánones como el Muratoniano del 170d.C. incluso el herético de Marción menciona los 27. El Barococcio del 206 A.T. menos Ester y el N.T. menos Apocalipsis.

Así, pues, el Canon Bíblico ha sido compilado en un proceso que incluye el testimonio del periodo apostólico, el testimonio del período desde el 70-170d.C. Más tarde el período entre el 170-350d.C. donde comienzan los Concilios. En 393d.C. y 397d.C los de Hipona y Cartago se convertirían en los dos Concilios donde todos aceptaban la inspiración y autoridad de los 27 libros por primera vez, quedando así cerrado[5] el Canon. Pero ya en el 350d.C. Atanasio se referiría por primera vez a esos libros como el Canon del Nuevo Testamento. Esto no quiere decir que Dios no guíe y capacite a sus hijos para la Gran Comisión hoy en día, ni que haya dejado de actuar con poder, pero cerró la inspiración escrita de Su Revelación.

 

Requisitos para  que un libro forme parte del Canon

La Biblia tiene su autoridad en la inspiración, pero es en la canonicidad donde reside su aceptación. Las características que ha de mostrar un libro del Canon incluyen su auto autenticación; la Biblia se autentifica a sí misma porque sus libros eran canónicos –seguían la regla de Dios– en el momento de ser escritos 2Timoteo 3:16[6], no necesitaban de concilios ni aprobación de hombres. Pero fue en los concilios donde los hombres reconocieron la evidente inspiración por el Espíritu de esas Escrituras como tales, y otras no lo eran. No sería ni en un solo concilio, ni carente de discusión entre los cristianos, pero todo esto proveyó de voluntad de oración y búsqueda de la verdad para concluir en aquello que era la Inspiración de Dios. Como hemos dicho antes, en el Concilio de Cartago[7] en el año 397 d.C. la Iglesia considera que el Canon ha quedado cerrado, porque está completa la Revelación de Dios.

Los libros canónicos tienen la autoridad de un profeta, líder o apóstol. Cada libro ha de ser singular para ser incluido. Debían ser aceptados por el pueblo de Dios, fuera Israel o la Iglesia, según el Testamento. Algunas evidencias eran que no todos los libros de un apóstol eran incluidos, sino solo los que mostraban la inspiración de Dios, lo que evita aceptar un libro por el autor. Además de todas las evidencias y pruebas contamos con los últimos descubrimientos de los Manuscritos del Mar Muerto[8], en Qumrán que son muy importantes porque corroboran los libros del Antiguo Testamento, en las copias muy antiguas halladas, unos 175 rollos mencionan casi todos los libros como Escritura de entre 500 hallados. En definitiva un libro es canónico cuando es autoritativo, es profético o apostólico, es auténtico, es dinámico y ha sido aceptado.

 

Libros canónicos y no canónicos

Los libros homologoumena o aceptados por todos los padres de la Iglesia y los judíos, son los que se consideran canónicos. El pueblo judío finalmente no aceptó Macabeos I y II, Tobías, Judit, Susana, y otros. Pero curiosamente la iglesia Católica sí añadió los apócrifos en el Concilio de Trento en 1.546 d.C. lo cual explica que algunas doctrinas heréticas como la oración por los muertos se halle en esta iglesia, falsedad que no es aceptada por los judíos.

El Antiguo Testamento hallaría algunas dificultades para llegar a ser la compilación de los 39 libros que conocemos, ya que algunos libros tardaron en ser reconocidos. Ester no menciona a Dios. Eclesiastés tiene pinceladas escépticas y hedonistas. Cantares escandaliza a muchos por su pasión de amor. Proverbios parece contradictorio a veces y Ezequiel era visto como contradictorio a la Torá por algunos. Todos ellos bien interpretados se aceptaron.

El Nuevo Testamento tuvo también algunos libros que al principio no fueron aceptados pero sí reconocidos por todos finalmente para el Canon: Hebreos, por su anonimato aparente de autoría, pero aceptado por su autoridad apostólica de respaldo. Santiago por la doctrina de la justificación por fe y la cuestión de las obras, mal entendido por algunos. Pero sería 2Pedro la Epístola más problemática por la duda de su autoría por la diferencia de estilo con la primera que sería redactada por otro amanuense. Las dos cartas de Juan 2ª y 3ª con su poca expansión al principio, pero cuyo estilo era el de la primera Epístola. Judas 9 y 14 incluía citas a libros rechazados o pseudo epigráficos, como Enoc y Asunción de Moisés lo cual se tardó en comprender. Finalmente Apocalipsis por su simbología, su interpretación[9] era difícil pero nunca se dudó de su autoría por Juan.

Los libros no canónicos se conocen como Apócrifos o Pseudoepigráficos. Una lista de los que aparecen en tiempos del Antiguo Testamento sería la hallada en la Traducción griega Septuaginta[10] o de los 70, mandada traducir por Ptolomeo Filadelfo II para la Biblioteca de Alejandría con el fin de unir todos los libros hebreos, siguiendo la costumbre de la época que traducía todo documento que llegaba a sus manos al griego. Ninguno de los libros incluidos que no fueron reconocidos por los judíos, fueron citados por Jesús ni los apóstoles. Otra prueba es que incluso los propios autores no dicen ser inspirados por Dios como se lee en el prólogo de Eclesiástico, 1Macabeos 4:46. Otros aportan una ética herética contraria a la de los libros canónicos y errores históricos, pero pasaron a la Vulgata latina del siglo IV que tradujo Jerónimo, aunque mencionó que eran un grupo aparte, pero los ha heredado el catolicismo hasta hoy, tras su aceptación en los Concilios de Trento 1.547 y Vaticano 1.870. Nunca los cristianos protestante aceptaron esos libros que los judíos tampoco reconocieron como inspirados por Dios. La Confesión de fe de Westminster da fiel testimonio de ello en 1.643 siendo no autoritativos para la verdadera Iglesia de Dios.

Los libros apócrifos son 1 y 2 de Macabeos del 100 a.C. y 1Esdras como libros históricos. Tobías y Judit como libros de romance o patrióticos. Oración de Azarías, Oración de Manasés, Adiciones a Ester, Susana, Bel y el Dragón, como libros líricos y místicos. Sabiduría de Jesús hijo de Sirach, Sabiduría de Salomón como libros morales y religiosos, Baruc, Epístola de Jeremías y 2Esdras como libros proféticos. Curiosamente todos son posteriores a la compilación del 400a.C. de la Gran Sinagoga.

El Nuevo Testamento no se libraría de un ataque a la integridad de la inspiración por parte de libros apócrifos y Pseudoepigráficos, que se leían públicamente, como el Evangelio según los Hebreos del 65-100d.C. o las cartas de Pseudo-Bernabé, a los Corintios 96d.C. 2Clemente, Pastor de Hermas, la Didaché o enseñanza de los Doce, de Policarpo y las 7 de Ignacio, todos de entre fin del primer siglo e inicios del segundo. Y, los Hechos de Pablo y Thecla o el Apocalipsis de Pedro, ambos entre el 150 y 170d.C. En cuanto a los Pseudoepigráficos hallamos evangelios heréticos como el de los Egipcios, el de los doce Apóstoles, o el de Pedro, así como cartas de la Virgen, de Pablo a los Laodicenses, muchos otros Hechos, y varios Apocalipsis como el de Tomás y el de María. 

 

Los peligros de los libros no canónicos y otros

Muchos otros son los libros que se escribieron en tiempos antiguos, y muchos los escritos durante los casi dos mil años de la Iglesia, y otros muchos los que se escriben hoy, pero ninguno de ellos puede ser considerado canónico tras haber quedado patente que Dios ya ha dado toda la Revelación en los libros que componen La Biblia, sobre todo cuando se contradicen con los inspirados, cuando aportan falsos datos históricos, arqueológicos y morales, entre otros.

Como vimos antes, Macabeos I y II, Tobías, Judit, Susana y otros fueron rechazados. El pueblo judío finalmente no los aceptó. Pero curiosamente la iglesia Católica sí añadió los apócrifos en el Concilio de Trento en 1.546 d.C. lo cual explica que algunas doctrinas heréticas como la oración por los muertos se halle en esta iglesia, falsedad que no es aceptada por los judíos, como la intercesión de los santos y ángeles Tobías 12:12, 2Macabeos 15:14, Baruc 3:4, la redención de las almas 2Macabeos 12:42,46.

Por su parte el Nuevo Testamento tendría que luchar contra las herejías de autores que mezclaban Palabra de Dios con doctrinas como el arrianismo, negando la deidad de Cristo, o el montanismo y su pretensión de aportar nueva revelación y profecía, o el gnosticismo que mezcla la Palabra con una “Iluminación racional”, no inspirada por el Espíritu de Dios. El marcionismo es una especie de gnosticismo, que mezcla doctrinas cristianas con un dualismo de Dios Padre y Dios Creador distinto, así como dos religiones paralelas según se trate de judíos o cristianos. Hoy, todavía hay proponentes de supuestas nuevas revelaciones como las sectas, sean los mormones y la inspiración de su supuesto profeta, o la de la ciencia cristiana, los Testigos de Jehová; no es de extrañar que muchos anticristos digan que tienen nuevas revelaciones contrarias a las Escrituras. El Canon es regla de Dios para nuestra seguridad.

 

Conclusión

Por lo tanto la Biblia está completa, el Canon está cerrado; la Revelación de Dios está completa. Es, pues, la Biblia nuestra única vara de medir en la vida, nuestra fuente de conducta e inspiración en doctrina y en la convivencia en la Iglesia, dentro de la correcta interpretación según el Nuevo Testamento. Esto no impide que hoy Dios hable, inspire y mueva a los hombres de Dios para, en la línea idéntica del Canon y de la Revelación escrita, pastoreen a la Iglesia de Cristo hasta Su venida.

El Canon es el sello de autenticidad de todas las doctrinas de la Biblia en tanto que es el resultado de la Bibliología. Garantiza que lo que incluye la Biblia es la Revelación de Dios. Se basa en la Inspiración del Espíritu Santo, lo cual está directamente relacionado con que sea la Palabra inerrante de Dios. Se convierte en el método de Preservación de la Biblia, para su Transmisión, lo cual a su vez, garantiza que su Traducción es confiable, pues parte de los libros verdaderos, y por tanto podemos acudir a ella para estudiarla, escudriñarla e Interpretarla porque el Espíritu Santo la utilizará para darnos Iluminación sobre el Mensaje de Dios, quedando como la máxima Autoridad en doctrina, forma de vida del cristiano y Camino a Dios, pues Aquel que Es la Palabra de Dios dijo que era el Camino, y la Verdad y la Vida. El Canon es, pues, una lista de libros autoritativos, no una lista autoritativa de libros, los libros inspirados de la enciclopedia de Dios que contiene Su Revelación, La Biblia, la que leemos cada día, y por lo tanto el Canon no lo inventó la Iglesia sino que lo creó Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Bibliografía

[1] González, Justo L. Historia del Cristianismo. Tomo I. Miami. EE.UU. Unilit, 1994, Pag. 77 

[2] Keil, Carl Frederich, y Franz Delitzsch. Comentario al Texto Hebreo del Antiguo Testamento. Viladecavalls, Barelona. Editorial Clie, 2008. Pág 567

[3] Biblia de Ferrara. Fundación José Antonio de Castro. Alcalá, Madrid. 2004. Pág. 7

[4]Vila Ventura, Samuel. Escuain, Santiago. Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado. Terrasa. Barcelona. España. Clie, 1985. Pág. 138 

[5] MacArthur, John. Cómo obtener el Máximo de la Palabra de Dios. Editorial Portavoz. Michigan. EE.UU. 2003, Pág. 88

[6] Santa Biblia. Versión Reina-Valera 1960

[7] Ryrie, Charles C. Teología Básica. Miami. Editorial Unilit, 2003. Pags. 118–123

[8] Vidal, Cesar. Jesús y los Manuscritos del Mar Muerto. Barcelona. Editorial Planeta, 2006. Pag. 181

[9] De la Fuente, Tomás. Claves de Interpretación Bíblica. El Paso, Texas. EE.UU. Casa Bautista de Publicaciones, 1985 novena edición. Pág. 29

[10] Trenchard, Ernesto. Introducción al Antiguo Testamento. Grand Rapids, Michigan. EE.UU. Editorial Portavoz, 1981. Pág. 71

 

 

 

  • Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y llamárase su nombre: Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Profecía de Isaías 9:6.


  • Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mi. Palabras de Jesucristo. Evangelio de Juan 14:6.
  • Ud. quiere conocer a Dios, pero sabe que el camino no es por las religiones, ni por las sectas, ni por la sociedad. El mundo, sin Dios, ha fracasado. ...Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son... Juan 17:9. Oración de Jesús.


  • Si de verdad busca Ud. a Dios, comience hoy una nueva vida, de la verdadera mano de Dios. El Evangelio es el mensaje para todas las naciones, sin importar la raza, la procedencia ni la cultura. Dios es el Salvador de aquellas personas que le abren su corazón y se arrepienten de vivir sin El.


  • ...Así que hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. 1Corintios 15:58.

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