EL AMOR EN LAS CARTAS DE JUAN – I
© Carlos Padilla – Marzo 2019
Introducción
El amor de Dios debería ser el tema central de la vida del hombre. En las cartas de Juan hallamos un tipo de amor que es desconocido al hombre natural que no ha nacido de nuevo y que emana del corazón de una vida regenerada por el Espíritu Santo que habita en el creyente en Cristo, en un Cristo Dios-hombre que nos ha llevado hasta la misma presencia del Padre, de cuyo corazón emana ese tipo de amor. La Biblia, por su parte muestra otros tipos de amor: el amor de Dios por el hombre, y el amor del hombre natural, que puede ser a otras personas o cosas de este mundo. Pero para que la Iglesia sea unida en Cristo, para que la Iglesia –y todas las iglesias que la componen en el mundo y en la historia– pueda ser vista como los verdaderos discípulos de Jesucristo, quien probó que no hay mayor amor que el que pone su vida por sus amigos (Juan 15:13), algo que primero Juan experimentó y luego lo explicó (1 Juan 4:7-21), es necesario que entre los hermanos en Cristo se pueda ver y experimentar ese amor que Juan ha reflejado en las tres cartas que llevan su nombre, inspirado por el Espíritu Santo. En este trabajo veremos el amor bajo la perspectiva completa, empezando por el amor en sus formas, desde Dios y desde el hombre pero bajo el prisma de la Biblia, y luego, veremos el amor de Dios en especial y cómo éste amor ha sido percibido y experimentado, como una base sobre la que luego exponer el desarrollo de la exposición del tipo de amor que las cartas de Juan enseñan y que podamos ver la diferencia que supone ese amor en comparación con los otros tipos de amor: el de Dios que viene desde él, y el del hombre natural. Una vez hayamos desarrollado y analizado la exposición que hace Juan en sus cartas del tipo de amor que enseña a la Iglesia, podremos darnos cuenta de que son uno de los pilares del Nuevo Testamento en cuanto a garantizar el verdadero amor que ellas exponen para que la Iglesia tenga la referencia al verdadero cristianismo en todas las edades.
El Amor en La Biblia
El amor en la Biblia cubre todas las clases de amor que existen. Tanto el amor de Dios, como el amor del hombre, en sus facetas de bondad, de celos, de pasión carnal, a lo material, al dinero “raíz de todos los males” (1 Ti. 6:10) o el amor mostrado en Cantar de los Cantares[1], muestra el amor de Salomón por la sulamita, y el de ésta por el rey, que tanto ha sido interpretado como el amor entre Dios y la Iglesia, pero que nos sirve para el amor en el matrominio. El Evangelio de Juan y sus tres epístolas, muestran un tipo de amor que no es natural en el hombre, sino que es dado por Dios y está fuera del ámbito racional, pues nuestra naturaleza se revela contra la naturaleza de Dios, y es egoísta, lo cual me recordó un libro de John Eldredge[2] que trata sobre el corazón salvaje del hombre antes de conocer a Dios, y cómo es la lucha por el corazón que al final Dios gana por la fe. Esto también se relaciona directamente con la condición social del hombre que se desarrolla en un entorno dado y que aprende a relacionarse de forma humana esperando a ser aceptado y a aceptar a otros para poder amarlos y ser amado, lo cual está dentro de las necesidades básicas del hombre[3] en el plan de Dios para la familia en base a antropología cultural en tres propósitos del matrimonio que Dios ha creado entre el hombre y la mujer: compañerismo, complemento y procreación, roles en los cuales desarrollar el amor. Por otra parte podemos también encontrar en la Biblia el amor de Dios como fundamento de las misiones cristianas en el mundo, donde el amor al prójimo se ve aquí escenificado como algo que es un llamado sobrenatural[4], pues es el propio Cristo quien se preocupa por el hombre perdido para convertirlo en un mensajero y embajador, pues su inicio y conclusión vienen de Dios, porque no es una causa humana, sino una misión divina.
Los libros en la Biblia que más emanan el amor de Dios al hombre y el amor del hombre a Dios, además del amor fraternal entre el creyente y los demás, son los Salmos, el Cantar de los Cantares, el Evangelio de Juan y las tres cartas de Juan. No quiere eso decir que otros libros no expongan el amor de Dios, como lo hacen las cartas de Pablo (1 Corintios 13), o Pedro (1 Pedro 4:8), pero podemos decir que Juan es el autor del amor.
Para profundizar más sobre el origen del amor en el entendimiento y significado podemos recurrir a los diccionaros bíblicos. En el Diccionario Bíblico Vila-Escuain[5] leemos que el amor en el Antiguo Testamento viene de la palabra ahabah en hebreo para describir el amor de Jacob por Raquel (Ge. 29:20) o el de David por Jonatán. Además, en el Nuevo Testamento hallamos agape para designar el amor de origen divino, del Padre al Hijo (Juan 3:35) o de Dios al mundo (Juan 3:16) que Pablo nos muestra en su total esplendor (1 Corintios 13); no aparece la palabra eros que es más enfocada a deseo o avidez. Luego encontramos el término philantropia para el amor dirigido al hombre (Tito 3:4) de padre a hijo como Abraham por Isaac, del esposo a la esposa. Concluye ésta serie con que la Biblia enseña sobre el amor, que Dios “es” amor, no que sea solo una de Sus características, sino Su propia esencia. Si Dios es amor y el amor es de Dios, el hombre no puede más que desear ese amor que no conoce de forma natural pero que Dios da.
El Amor de Dios
Sobre el amor de Dios que da al hombre, continuando con el apartado anterior, vemos que nuestro Señor siempre ha procurado comunicarse con nosotros para mostrar ese amor, un amor que Él describe de éste modo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16. De este amor vamos a hablar a continuación. En el libro La Ciudad de Dios de San Agustín[6] habla de que tal ciudad está fundada sobre el amor a Dios. Según Agustín hay dos ciudades, cada una fundada sobre un amor. La de Dios, que hemos mencionado y que se basa sobre el amor a Dios, y otra fundada sobre el amor a sí mismo. Si queremos vivir el amor de Dios en esa ciudad del corazón, veremos, como dice también Millard Erickson[7] en su libro Teología Sistemática sobre la bondad de Dios, y dentro del apartado de Su amor incluye: Benevolencia, Gracia, Misericordia, Persistencia y sigue con otro punto: el amor y la justicia de Dios ¿un punto de tensión? El amor es el primer atributo de Dios. Pero lo que más me ha llamado la atención y quiero resaltar es “persistencia (hebreo: ‘erek ‘appayin – Ex. 34-6; y griego makrothumia)” refiriéndose a Su amor por nosotros, porque nuestro Dios es: “lento para la ira y grande en misericordia.” (Salmo 86:15). El amor de Dios nunca falla, como nos enseña el libro del profeta Isaías 49:15-16 en que es inalterable e infalible. Además el amor de Dios incluye el haber puesto Su Santo Espíritu en nosotros, que somos Su templo, y clama en nosotros “Abba, Padre” cada día y en cada momento habiéndonos dado un vínculo eterno con el Padre, en Cristo (1 Juan 1:3) nos relata Charles Spurgeon en su inspirado libro “Holy Spirit” (Espíritu Santo)[8].
La Biblia nos muestra algunos versículos tan relevantes sobre el amor de Dios, que quiero resaltar, como el Salmo 91:14: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.” O Jeremías 31:3: “Yahweh se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.” El apóstol Pablo en línea con el apóstol Juan enseña sobre el amor en Colosenses 3:14:“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor que es el vínculo perfecto.” También el apóstol Pedro en su primera carta 4:8: “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.” Estos tres apóstoles son tres columnas del cristianismo que muestran la gran unidad de la Revelación de Dios sobre Su amor para Su amada Iglesia por medio de Sus escogidos y que todos seamos enseñados que Dios nos ama y de qué forma nos ama. Rick Warren, en su libro “Iglesia con Propósito[9]” muestra el amor de Cristo en acción cuando congregaba a las multitudes. Estas eran personas perdidas, no santos, gente a la que Él demostraba Su amor pasando tiempo con ellos y enseñándoles, hasta el punto de que no Le importaba que le llamasen “amigo de pecadores” por parte de los religiosos, mientras que la gente herida y los niños, gravitaban a Su alrededor. El reto para nosotros es cómo amar al prójimo de la misma manera que Jesús nos ama. Ese es el tema de la próxima entrega. Entre tanto ejercitémonos para la piedad y el amor de Dios.
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[1] La Santa Biblia, Reina y Valera revisión 1960. (Sociedades Bíblicas Unidas, 1993), Cantar de los Cantares.
[2] John Eldredge. Wild At Heart. Discover the Secrets of a Man’s Soul. (Corazón Salvaje. Descubre los Secretos del Corazón de un Hombre) .Nashville, Tennessee, (Thomas Nelson, 2001), 130.
[3] Stephan A. Grunlan, y Marvin K. Mayers. Antropología Cultural, Una Perspectiva Cristiana. (Editorial Vida, 1988), 164-165.
[4] Hayward, Armstrong, Mark McClellan, Davis Sallis. Introducción a la Misiología. Reaching and Teaching International Ministries. (Louisville, Kentucky, USA, 2011), 14.
[5] Ventura, Samuel Vila. “Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado”. (TERRASSA, Barcelona: Editorial CLIE, 1985), 51.
[6] Justo L. González. Historia del Cristianismo. Tomo I.( Miami. EE.UU.: Unilit, 1994), 229.
[7] Millard J, Erickson. Teología sistemática. Viladecavalls, Barcelona. España. Editorial CLIE, 2008), 316-320.
[8] Charles Spurgeon. Holy Spirit. Espíritu Santo. (New Kensington. P.A. Whitaker House, 2000), 146.
[9] Rick Warren. Purpose Driven Church (Iglesia con Propósito). (Grand Rapids, Michigan. Zondervan, 1995), 208.